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SIGNAMENTO

Menos Mal

Menos Mal

CONTRACORRIENTE

Manuel Lombardo Duro. Contracanto, Jaén, 1995

 

Tal vez sean cosas distintas la postmodernez y la postmodernidad, quizá la postmodernidad impregne ya irremediablemente nuestras escrituras, biografías e historias, de cuentos nuevos, sin que lo notemos siquiera.

       Parece el caso de la prosa fragmentaria del crítico que nos ocupa. Recuerda a Barthes, a Steiner, pero es otra cosa. Teme mucho más equivocarse y meter la pata. No quiere convertir ningún término en conjuro. O mejor, sabe que toda palabra es un conjuro, que toda cultura y todo símbolo han nacido del afán de vida, de la consciencia y del temor a la muerte.

       Me refiero a las interpretaciones que Norberto Wiedemann dedicara a la memoria de Manuel Lombardo Duro, el gran poeta de la negación. Poeta del Santo Reino de Jaén.

       Dice Wiedemann que Manuel Lombardo halló la quintaesencia de la poesía devolviéndola a su raíz metafísica. Como el divino ateniense, Lombardo sale de la caverna y hace de la des-ilusión conocimiento y belleza. En la tercera parte de Contracanto (el libro que Lombardo -según confesó una vez a Norberto- apreciaba más), el poeta se burla de Parménides, ese eleata  al que Platón llamó "magnífico pero temible" porque expuso lógicamente, con simpar optimismo, la principal creencia -y ecuación- de que se nutre todo conocimiento y toda esperanza, y lo hizo además en extraordinarios hexámetros dactílicos: “el ser y el pensar, que existen verdaderamente para el examinar racional, se refieren a lo mismo o son en función de lo mismo”.

       El poema de Lombardo en cuestión es "A callar y a dormir"… A eso, a callar y a dormir mandan los padres a los niños por las noches cuando todavía conservan alguna autoridad sobre ellos...

             

       En la vitrina de tus ojos

       siempre hay

      una carta despidiéndose.

 

       Estos primeros versos son tan magníficos como paradójicos. Se admite la presencia del ser eterno, "siempre", a la vez que se declara la insuficiencia, el desdén o la inconstancia de los sentimientos de la amada, mientras se la requiebra: "vitrina de tus ojos". En efecto, es detrás de la vitrina donde guardamos lo valioso, lo hermoso, lo exótico... Los ojos son el espejo del alma, dicho menos poéticamente: la parte visible del cerebro. También tenía algo de razón d’Ors cuando afirmaba la conversa: que el alma es el espejo de los ojos…

       Vayamos a la segunda terceta:

 

       Según Parménides,

       sólo existe lo eterno.

      Menos mal.

 

       Nos precipitaríamos imprudentemente en las vanas apariencias si pensásemos que "menos mal" es la forma coloquial de una negación sarcástica. Lombardo no tiene un concepto optimista del mundo que nos envuelve y determina. Quien conozca su poesía sabe lo desoladora que es su visión de las cosas, la perspicacia con que descubre la miseria social y la sublima en recio lamento, por todas sus canciones y sílabas. "Menos mal", o sea, gracias a los dioses que el mal por lo menos no es eterno. A este respecto, don Justo Modales, quien compartía con Norberto el prurito filológico y el

interés por Lombardo, hubiera añadido: "todo es empeorable". De modo más positivo, Marcelo Hide hubiera replicado: "Siempre hay que dar gracias a Dios", precisamente porque los males, que son, no duran siempre.

       Y por fin, Lombardo concluye:

 

       Todo poema

       es mi muerte por escrito,

       o nada.

 

Menos mal.      

 

 

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