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Maeterlinck y los insectos

Maeterlinck y los insectos

Por qué me interesan los insectos o, en general, los artrópodos. Su extrañeza. Representan otra posibilidad de la vida.

Mejor que yo lo describe el belga Mauricio Maeterlinck (1862-1949), nobel de literatura, pensador simbolista belga, místico y heterodoxo. Maurice Polydore Marie Bernard, Conde Maeterlinck, transformó la entomología en poesía con sus célebres ensayos sobre la vida de las abejas y de las hormigas. Leí esas obras en la primavera de mi vida, en una edición de la venerable colección Austral, pero desde niño había convivido bastante bien con avispas, escarabajos, y desde joven me fascinaron las libélulas.

Maeterlinck comenta los Recuerdos entomológicos de J. H. Fabre. No es necesario tener mucha imaginación para constatar que los insectos no pertenecen a nuestro mundo. Entre los demás animales, e incluso entre las plantas y nosotros, a pesar de su vitalidad muda, parece haber más analogías. Oliva Sabuco comparó al ser humano con un árbol del revés, pero, a pesar de la idealización de la vida social de la hormiga o del antropomorfismo fabulario del canto de la cigarra, es difícil sentirse retratado en la terrible cara de una langosta egipcia o de un escarabajo tigre.

Los insectos transtornan nuestro pensamiento, ofreciendo algo que no parece pertenecer a la fraternidad moral terrestre:

"Diríase que vienen de otro planeta, más monstruoso, más enérgico, más insensato, más atroz, más infernal que el nuestro".

No sorprende que en los relatos de ciencia ficción sean artrópodos con grandes cerebros quienes intentan y hasta consiguen conquistar la tierra, u oponerse a la expansión universal de lo humano.

Es difícil creer que un dios bueno haya materializado una idea de tal naturaleza insectil, por más que se apoderara de la Tierra con una autoridad y fecundidad singulares. Intuimos además que, aunque el ser humano desaparezca, los insectos seguirán habitando nuestro planeta y hasta puede que se conviertan en la estirpe dominante.

En lo muy secreto y pequeño parecen habitar nuestros más misteriosos adversarios, en esas condensaciones de energía más fuertes y mejor armadas. 

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