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SIGNAMENTO

Espiritualidad

AL REVÉS. J.-K. Huysmans y la Red (WWW)

AL REVÉS. J.-K. Huysmans y la Red (WWW)

La cacharrería de consumo en que se está deshaciendo poco a poco  el prodigioso impulso mecánico que infló la guerra, las tres grandes guerras, facilita el escape, la fuga del alma. La técnica se ha impuesto  sobre el arte, pero cumple más o menos parecida función mental: el artificio nos sigue ofreciendo un derivativo al hastío. Es el  mismo plan de evasión a paraísos perdidos que concibieron muchos artistas en el final del siglo anterior, incapaces de sufrir por más tiempo la chabacanería de la época: el pesado fardo de la conciencia, la vulgaridad de lo real, la banalidad del mal. Parecida fuga hacia espacios virtuales y tiempos imaginarios, favorecida por la absenta, el opio, los ansiolíticos o el ciberespacio, los videojuegos, los comecocos o las redes sociales.

J.‑K. Huysmans perfiló a la perfección ese movimiento en su depravada y exquisita novela de 1884. En Al revés, Jean des Esseintes, el refinado, sifilítico y aristocrático libertino, impotente ya para disiparse entre los vicios capitales reales, decide intelectualizar la voluptuosidad y refugiarse en excéntri­cas utopías y eternidades estéticas: en el hieratismo místico y sádico de Gustave Moreau o en las visiones simbolistas  de Odilon Redon, en el reino sutil de las fragancias paganas, de las flores exóticas -flores del mal bodelerianas- y en la litera­tura religiosa de la Decadencia, como un gusano lúcido recogido en su crisálida y con la mirada vuelta hacia el sinuoso vuelo de la mariposa del alma, esa flor efímera que enraíza en las entretelas del corazón y despega hacia paraísos artificiales.

Con una conexión wifi a la Red de redes (Magna Malla Mundial) y una tableta o un smartphone a mano, aislarse y explorar los confines del cielo y del infierno le hubiera salido a Des Essein­tes menos costoso y bastante más cómodo. El mundo al revés se ofrece en la pura virtualidad etérea de las sombras, en el cósmico espejo infográfico. La Metafísica invisible de la Tecnología ha sustituido en el último "fin du siècle" a la gran Metafísica del Arte romántica del XIX, como un vasto conjuro contra el "spleen"; una metafísica que va impregnándolo todo con su inmensa telaraña que cubre el mundo de hilos: autovías, caminos, veredas y trampas invisibles. La misma estructura de nuestra conciencia será remodelada para consonar con la de los nuevos medios de telecomunicación, porque siempre acabamos convirtiéndonos en lo que hemos creado.

Los cambios en la tecnología de la comunicación producen tres tipos de efectos: a) modifican la estructura de los intereses  (las cosas en las que se piensa), b) el carácter de los símbolos  (las cosas con las que se piensa), y c) la naturaleza de la comuni­dad (la zona en que se desarrollan los pensamientos).

La máquina es algo más que las ideas con que fue construida. Una vez en funcionamiento, descubriremos con sorpresa u horror que tiene ideas propias; que es capaz de modificar nuestros hábitos y cambiar  nuestra manera de ser. ¿Fue el capitalismo el que produjo el reloj o fue el reloj mecánico el que produjo esa nueva economía que transforma el tiempo en oro?  

Abandonad toda esperanza; no hay retorno, ni escape de la Red. Hace mucho tiempo  que la Naturaleza dejó de ser nuestro nicho "natural". Hemos  construido nuestro propio medio, nuestro paraíso y nuestro infierno. Nuestras enfermedades epocales no son ya ataques del medio natural, sino del hábitat tecnológico en que bullimos incómodos. Hace tiempo, Ernesto Sábato escribía en Hombres y engrana­jes: "No es nada difícil que enfermedades modernas como el cáncer sean esencialmente debidas al desequilibrio que la técnica y la sociedad moderna han producido entre el hombre y su medio". Tampoco hay que entonar salmodias apocalípticas por ello; siempre  hemos existido en crisis, a pique de desaparecer, al borde mismo de la nada (nuestro gran invento), al límite de la naturaleza y al margen de la Providencia y el Azar, no menos misteriosa la una que el otro. La enfermedad misma  es un poderoso acicate. El dolor produce conciencia; la concien­cia, lucidez; mientras que la seguridad y el placer embotan los  sentidos; a fin de cuentas, puede haber tanta sabiduría en el dolor como en el placer...

Sé muy bien que los nuevos medios admiten un uso constructivo y útil y pueden proveer deliciosas y legítimas satisfacciones. Pero también van a multiplicar de forma inaudita, e inédita hasta ayer mismo, la cantidad de nuevos fastidios producidos por el poder despiadado de las pequeñas contrariedades, que son incluso más desastrosas para los caracteres bien templados que las grandes.

Escribir en un ordenador es como hacer signos matemáticos en la arena o escribir en el aire. A través de las infovías telefónicas puedes conectar con todos, pero, para todos, tu entidad no es superior a la de una mota de polvo en un rayo de luz. Ni siquiera tienes ya cuerpo: únicamente nombre de usuario y clave. ¡Ojo con tocar la tecla que no debes, o se te puede ir al diablo todo el  trabajo y hasta tu identidad cibernética! El Maligno tiene por supuesto acceso a todos los circuitos, directorios y archivos, como Dios. Conoce tus más secretas intenciones.

Es curioso que una red nacida para la telecomunicación de secretos oficiales y oficiosos acabe convertida también en pista de circo y salón de bellezas alquiladas, pero ese parece haber sido, sin solución, el porvenir de los códigos elitistas: extrin­fugarse y adocenarse. En las nuevas redes se reproducen y multi­plican todos los géneros de peces y todas las especies de basura,  sin riesgos, sin carne, sin espinas, inodoros e insípidos, puros como imágenes cristalinas, irreales como espíritus luminosos: mariposas de diseño, almas virtuales atrapadas en una vasta Red.

De bueyes y asnos

De bueyes y asnos

El comportamiento de los periodistas se asemeja al de los gansos. Uno dice “cuá” y los demás repiten el “cuá” sin discernir el motivo por el que graznan. La letanía de los Mass Media es como un rosario, como una canción de cuna o como esos actos repetitivos a los que se entregan los que padecen de trastornos obsesivos compulsivos: la repetición da seguridad, lo que se repite mucho acaba resultando familiar y creyéndoselo casi todo el mundo, aunque sea una media verdad o una completa falsedad.

Me parecía increíble e irritante que el papa Benedicto XVI –que ha sido inquisidor, pero no es tonto- se dedicase a execrar al buey y al asno del Portal de Belén, o que asegurase dogmáticamente que los Reyes Magos procedían de Tartessos. Como no había leído nada de Ratzinger, y un amigo me envió la edición digital de La infancia de Jesús, me pareció más apropiada su lectura para estas pascuas que El materialismo aleatorio de Althusser (ese papa estalinista que estranguló a su mujer) que, por motivos extrañamente académicos, tengo en el kindle a la espera.

El librito de Ratzinger me ha resultado ameno. Su discurso salta ligero sobre una amplia erudición histórica que no perturba su lectura, y que el autor distingue de la interpretación teológica –o simbólica- de la Buena Nueva. Joseph Ratzinger se empeña una y otra vez en enlazar las profecías veterotestamentarias con el relato de los sinópticos bajo la afirmación teológica de que “Jesús asume en sí la humanidad entera, toda la historia de la humanidad, y le da un nuevo rumbo, decisivo, hacia un nuevo modo de ser persona humana”:

 “del tronco aparentemente ya muerto, Dios hace brotar un nuevo retoño: pone un nuevo comienzo que, sin embargo, permanece en profunda continuidad con la historia precedente de la promesa”

Me ha gustado leer, en el capítulo de la Anunciación a María, y en relación a los textos manejados, que se señale la alegría como el don propio del Espíritu Santo, como el verdadero don del Redentor. El autor se ayuda de la filológía: “Alégrate, llena de gracia”; la expresión griega, chaîre, revela la conexión entre alegría y gracia. Las dos palabras, “alegría” y “gracia” (chara y cháris) se formaron a partir de la misma raíz. Por su parte, el nombre de Jesús contiene de manera escondida el tetragrama, el nombre misterioso del Horeb, ampliado hasta la afirmación: Dios salva. El nombre del Sinaí, que había quedado como quien dice incompleto, es pronunciado hasta el fondo. El Dios que es el Dios presente y salvador. La revelación del nombre de Dios, iniciada en la zarza ardiente, es llevada a su cumplimiento en Jesús (Jn 17, 26).

 El papa deja clara la distinción entre el poder mundano y el religioso. El reino del Hijo de David, Jesús, se extiende “de mar a mar”, de continente a continente, de un siglo a otro. Pero, como dijo Jesús a Pilato: “Mi reino no es de aquí” (Jn 18, 36). Los poderosos de este mundo han querido a veces apropiarse de él y hacerlo así peligrar, o lo persiguen porque temen el poder del “rey sin poder”.  El reino de Jesús no se fundará sobre el poder mundano, sino únicamente en la fe y el amor. “Es la gran fuerza de la esperanza en medio de un mundo que tan a menudo parece estar abandonado de Dios”.

Para la interpretación de la anunciación del Ángel, Ratzinger recurre a la exégesis de Bernardo de Claraval (+ 1153), apasionado predicador cisterciense de la segunda cruzada y opositor de Abelardo:

“Tras la caída de nuestros primeros padres, todo el mundo queda oscurecido bajo el dominio de la muerte. Dios busca ahora una nueva entrada en el mundo. Llama a la puerta de María. Necesita la libertad humana. No puede redimir al hombre, creado libre, sin un ‘sí’ libre a su voluntad. Al crear la libertad, Dios se ha hecho en cierto modo dependiente del hombre. Su poder está vinculado al ‘sí’ no forzado de una persona humana. Así, Bernardo muestra cómo en el momento de la pregunta a María el cielo y la tierra, por decirlo así, contienen el aliento… María se convierte en madre por su ‘sí’.

Resulta muy sugerente la interpretación de los Padres de la Iglesia al respecto: “María habría concebido por el oído, es decir, mediante la escucha. A través de su obediencia a la palabra ha entrado en ella, y ella se ha hecho fecunda”. Esto admitiría una interpretación antropológica, secular...

 San José aparece como un hombre justo, en el sentido judío. Se fía de Dios, a través de las revelaciones en sueños del ángel y descarta así toda duda sobre la honestidad de su esposa. Respecto a la virginidad de María, si se trata de un mito o una verdad histórica, me ha sorprendido que el autor cite la cuarta égloga de las Bucólicas de Virgilio, compuesta cuarenta años antes del nacimiento de Jesús (seguramente hacia el 7-6 a. C., valga la paradoja)… “En medio de graciosos versos sobre la vida campestre, resuena de pronto un tono muy diferente: se anuncia la llegada de un nuevo orden en el mundo a partir de lo que es ‘íntegro’ (ab integro). ’Iam redit et virgo’, ya retorna la virgen. Una nueva progenie desciende de lo alto del cielo. Nace un niño con el que se acaba el linaje ‘de hierro’”…

Así “Jesús es el nuevo Adán, un nuevo comienzo, de la Virgen que está totalmente a disposición de la voluntad de Dios. De este modo se produce una nueva creación que, no obstante, se vincula al ‘sí’ libre de la persona humana de María”.

“Karl Barth ha hecho notar que hay dos puntos en la historia de Jesús en los que la acción de Dios interviene directamente en el mundo material: el parto de la Virgen y la resurrección del sepulcro… Estos dos puntos son un escándalo para el espíritu moderno. A Dios se le permite actuar en las ideas y los pensamientos, en la esfera espiritual, pero no en la materia”. Y sin embargo –insiste Ratzinger- Dios no se mueve sólo en el mundo de las ideas. Aunque le pertenezca también la materia, desde luego no se pueden atribuir a Dios cosas absurdas o insensatas o en contraste con su creación. “Pero aquí no se trataría de algo irracional o incoherente, sino precisamente de algo positivo: del poder creador de Dios, que abraza a todo su ser. Por eso, estos dos puntos –el parto virginal y la resurrección real del sepulcro- son piedras de toque de la fe. Si Dios no tiene poder también sobre la materia, entonces no es Dios. Pero sí que tiene ese poder, y con la concepción y la resurrección de Jesucristo ha inaugurado una nueva creación” (pg. 37).

 Resulta relevante, para el evangelista Lucas -y para el sumo pontífice de la Iglesia católica-, el contexto histórico universal del nacimiento de Jesús. La pax romana iniciada por Augusto permite que entre en el mundo un mensaje universal de salvación.

Dionisio el Exiguo (+ ca. 550) seguramente se equivocó en algunos años al fijar la fecha del nacimiento de Jesús. El censo al que refieren los Evangelios tiene lugar en los tiempos del rey Herodes el Grande, que, sin embargo, ya había muerto en el año 4 a. C… Pero lo decisivo teológicamente es que “Jesús no ha nacido y comparecido en público en un tiempo indeterminado, en la intemporalidad del mito. Él pertenece a un tiempo que se puede determinar con precisión y a un entorno geográfico indicado con exactitud: lo universal y lo concreto se tocan recíprocamente. En él, el Logos, la Razón creadora de todas las cosas, ha entrado en el mundo. El Logos eterno se ha hecho hombre, y esto requiere el contexto del lugar y del tiempo”…

“Queda claro que Jesús nació en Belén y creció en Nazaret”.

Sin embargo, en el relato de su nacimiento Jesús no pertenece al ambiente en que se mueven los importantes y poderosos, los “vip”-que diríamos hoy-. “Así pues, el ser cristiano implica salir del ámbito de lo que todos piensan y quieren, de los criterios dominantes, para entrar en la luz de la verdad sobre nuestro ser y, con esta luz, llegar a la vía justa”.

 El papa recuerda la interpretación agustiniana del pesebre, lugar donde los animales encuentran su alimento. Quien yace ahora en él se muestra como el verdadero pan bajado del cielo, como el verdadero alimento que el hombre necesita para ser persona humana. Enlaza el pesebre con el Arca de la Alianza, “en la que Dios, misteriosamente custodiado, está entre los hombres, y ante la cual ha llegado la hora del conocimiento de Dios para ‘el buey y el asno’, para la humanidad compuesta por judíos y gentiles”.

Así pues a estos dos animales se les reserva un importante papel simbólico… “aparecen los dos animales como una representación de la humanidad, de por sí desprovista de entendimiento, pero que ante el Niño, ante la humilde aparición de Dios en el establo, llega al conocimiento y, en la pobreza de este nacimiento, recibe la epifanía, que ahora enseña a todos a ver. La iconografía cristiana ha captado ya muy pronto este motivo. Ninguna representación del nacimiento renunciará al buey y al asno” (pg. 45).

¿De dónde ha salido, pues, y con qué intención, la estúpida afirmación de que el papa censuraba la presencia de estas simpáticas bestias de la iconografía del Portal?

Más importante es el momento en que Ratzinger toca el disputadísimo tema de la relación entre la gracia y la libertad. Según él, “se compenetran recíprocamente, y no podemos expresar la acción de una sobre la otra mediante fórmulas claras. Es verdad que no podríamos amar si antes no hubiésemos sido amados por Dios. La gracia de Dios siempre nos precede, nos abraza y nos sustenta. Pero sigue siendo también verdad que el hombre está llamado a participar en este amor, y que no es un simple instrumento de la omnipotencia de Dios, sin voluntad propia; puede amar en comunión con el amor de Dios, o también rechazar este amor”.

Y relevante resulta la alusión –obviamente crítica- al manido tema de “la muerte de Dios”. El autor admite que “Cristo es hoy signo de una contradicción que, en último análisis, apunta a Dios mismo. Dios es considerado una y otra vez como el límite de nuestra libertad, un límite que se ha de abatir para que el hombre pueda ser totalmente él mismo. Dios, con su verdad, se opone a la multiforme mentira del hombre, a su egoísmo y a su soberbia.”

“Dios es amor. Pero también se puede odiar el amor cuando éste exige salir de uno mismo para ir más allá. El amor no es una romántica sensación de bienestar. Redención no es wellness, un baño en la autocomplacencia, sino una liberación del estar oprimidos en el propio yo. Esta liberación tiene el precio del sufrimiento de la cruz” (pg. 54).

Esta estrategia de reducción del ego nos recuerda otras ascéticas, como la budista; igual que la insistencia en la compasión: “En los Padres de la Iglesia se consideraba la insensibilidad, la indiferencia ante el dolor ajeno como algo típico del paganismo. La fe cristiana opone a esto el Dios que sufre con los hombres y así nos atrae a la compasión. La Mater Dolorosa, la Madre con la espada en el corazón, es el prototipo de este sentimiento de fondo de la fe cristiana”.

 En relación a la figura de los Reyes Magos, el autor examina distintas interpretaciones históricas: ¿astrónomos babilonios, jerarcas tartesios? Interesa más la interpretación religiosa, simbólica: eran sabios, “representan el dinamismo inherente a las religiones de ir más allá de sí mismas; un dinamismo que es búsqueda de la verdad, la búsqueda del verdadero Dios, y por tanto filosofía en el sentido originario de la palabra. La sabiduría sanea así también el mensaje de la ‘ciencia’”. Por otra parte es plausible que representen a los tres continentes entonces conocidos: Europa, Asia y África. De hecho, siempre se ha representado a un mago “de color”, indicándose también así de paso el ecumenismo del mensaje: para cualquier hombre sin distinción de raza.

También refiere el texto a las diferentes interpretaciones astronómicas acerca de la estrella que conduce a los Reyes Magos: ¿un cometa, la conjunción de planetas? ¿O una supernova?:

“Johannes Kepler (+ 1630) adelantó una solución que sustancialmente proponen también los astrónomos de hoy. Kepler calculó que entre el año 7 y el 6 a. C. –que, como se ha dicho, se considera hoy el año verosímil del nacimiento de Jesús- se produjo una conjunción de los planetas Júpiter, Saturno y Marte. Él mismo había notado una conjunción semejante en 1604, a la cual se había añadido también una supernova”.

 Kepler opinaba que la conjunción ocurrida en tiempos del nacimiento de Jesús debía estar relacionada con una supernova, intentando así explicar el fenómeno de extraordinaria luminosidad de la estrella de Belén.

 En fin, a juzgar por las inaceptables posiciones que la Iglesia jerárquica mantiene respecto a temas como el sacerdocio de las mujeres, los métodos anticonceptivos o la homosexualidad (que se condena desde una antropología tan medieval como obsoleta), uno podía esperar un texto más dogmático, menos humilde y discreto. En realidad, las dos únicas afirmaciones que se afirman como dogmas de fe son la virginidad de María y la resurrección de Jesús, para todo lo demás se proponen interpretaciones simbólicas, cristológicas y teológicas, más o menos plausibles, pero no indudables. De hecho, se puede incluso espigar cierto escepticismo en algún momento del texto. Así, en la pg. 78, refiriéndose a Jesús:

“él es el verdadero hombre y verdadero Dios, como lo formula la fe de la Iglesia. El profundo entramado entre una y otra dimensión, en última instancia, no lo podemos definir. Permanece en el misterio”.

 Es precisamente el misterio de su aceptación e influjo histórico, de su permanencia y fértil capacidad creadora, lo que hace del pensamiento alegórico cristiano una ocupación tan clásica como inevitable. Parafraseando a Salustio: estos eventos, que tal vez no sucedieron, o que no  necesariamente sucedieron así, son para siempre.

In memoriam Martin Gardner

In memoriam Martin Gardner

De Sábato leí hace más de veinticinco años El túnel, no me acuerdo de qué trata, pero sí de que me pareció un relato excelente, intenso, de los que no puedes abandonar hasta el final. Los personajes de Sobre héroes y tumbas se me aparecieron tan alucinados, como  tenebrosa fue la impresion que recibí de la obra en su conjunto. Su autor bien pudo escribir en sus páginas la frase siguiente, que me parece muy razonable, aunque desoladora:

"Dios existe pero a veces duerme: sus pesadillas son nuestra existencia"

Si J. L. Borges conoció la sentencia, debió de hacer sus delicias. Por cierto... se ha descubierto una obra inédita de Jorge Luis Borges en la universidad de Austin (Texas) y se acaba de publicar en edición de lujo con el título de Los Rivero. La crítica no se pone de acuerdo si se trata de un relato inconcluso o una novela malograda. Lo que sí se sabe es que Borges la escribió unos años después de El Aleph... El diario Clarín recogió la noticia:

Siempre me han parecido más coherentes las Teoimaginerías o las Teofantasías que las Teologías. El "martillo de los teólogos", el problema de la existencia real del mal, físico o metafísico, del sufrimiento y de la maldad moral, hace muy poco razonable la existencia de un Dios creador omnipotente y misericordioso. Voltaire, que creía en Dios, se dio cuenta de la contradicción entre los atributos absolutos de la divinidad: si lo puede todo y lo sabe todo, ¿por qué consiente que los buenos hagan tan poco ruido y los malos tanto?
Un Dios que crea soñando resulta más razonable, aunque no resulte para nada racional. Un Dios que nos inventa un poco por azar... A fin de cuentas, nadie, ni siquiera Dios, puede controlar todos sus sueños...
Las especulaciones teológicas se llevan bien con las demostraciones matemáticas. Algunas de las propuestas más delirantes y sugestivas de la teología del siglo XX no hay que buscarlas en sólo en los gordos libros de Hans Küng, sino que pueden hallarse en los divertidos cuentos espaciales del matemático y novelista Stanislaw Lem.
Martin Gardner, "gurú de los juegos matemáticos", acaba de morir, el haber trabajado durante toda su vida como azote de la seudociencia no le impidió estar versado en teología.
Su libro sobre Paradojas (¡Ajá! Paradojas que hacen pensar, Labor, 1983) estimularon mi gusto adulto por la lógica y mi interés por estudiar sus límites. Todos los libros de Gardner tienen más miga de lo que parece. Todos sus juegos, más seriedad de la que denotan.
Los sabios suelen probar que lo son muriendo de viejos. En verdad, Nietzsche murió relativamente joven, pero Nietzsche nunca pretendió ser sabio, ni siquiera filósofo, sólo un pensador trágico, un profeta dionisíaco y un superartista... Gardner ha muerto con 95 tacos cumplidos, el 22 de mayo, en un hospital de Oklahoma. Tituló en filosofía por la universidad de Chicago.
Los sabios suelen probar que lo son exhibiendo un incombustible sentido del humor. Tal fue siempre el caso de Martin Gardner, padrino de las matemáticas recreativas e inspirador de  Douglas Hofstadter o Roger Penrose, admirado por Stephen Jay Gould o por Arthur C. Clarke.
Los sabios suelen probar que lo son siendo modestos. Algunos filósofos de la lógica se han dado cuenta de que el cerebro humano saca partido de sus errores, y que esa limitación, la de cometer errores (serindipity, chiripas), le permite dar saltos hacia la conclusión o la aplicación práctica, saltos que no puede dar la "perfección" calculadora de la máquina. Gardner decía con gran modestia que se consideraba nada más que un periodista que sacaba partido de las investigaciones de otros.
Los sabios suelen probar que lo son creyendo poquito y sin faltarle el respeto a nadie. Martin Gardner escribió cuentos edificantes para niños, y, junto con Carl Sagan e Isaac Asimov, pusieron en marcha el actualmente llamado Comité para la Investigación Escéptica, institución sin ánimo de lucro que tiene por objetivo el desmontar supersticiones y supercherías seudocientíficas, incluidas las "paranormales".
Sus indudables conocimientos no le impidieron escribir sobre la fe, la oración, el mal y la inmortalidad (Los porqués de un escritor filosófico, Tusquets).
La inquietud por lo divino elevan nuestro espíritu y nos proyecta más allá de la animalidad, a la que también y sin discusión pertenecemos. Las discusiones sobre Dios, bien pueden ser inconclusivas e interminables -como probó Kant-, pero tendemos a ellas por la propia naturaleza de la razón, que no se conforma con lo temporal y condicionado.
Incluso un contestatario incorregible como Noam Chomsky ha tenido que reconocer que la contribución de Gardner a la cultura intelectual contemporánea ha sido única, por su comprensión de las grandes cuestiones que importan. Descanse en paz.

Trascendencia antidogmática

Trascendencia antidogmática

FUGACIDAD Y MISTERIO

En el número 12 (mayo 2001) de los CUADERNOS DE LA DIÁSPORA editados por la Asociación Marcel Légaut aparece una Invitación a la Lectura de Vaclav Havel y una Selección de Fragmentos del intelectual checo. Vaclav Havel, de formación autodidacta, fue influido por filósofos como Masaryk (1850-1937) y Jan Patocka (1907-1977). Este último había sido
discípulo de Husserl y fue maestro de Havel, jugando un papel decisivo en la publicación de la Carta 77, esa declaración emblemática de la resistencia a la ocupación soviética y a la ideología comunista, en la que Patocka escribió: "debe existir algo que fundamentalmente sea no-técnico y no instrumental".

En sus textos, Vaclav Havel se muestra muy poco dogmático pero fundamentalmente abierto a la trascendencia: "El ’sentido’ es para mí, más bien, un horizonte presentido, algo que no es: no lo entiendo en absoluto como algo tangible, denominable y concreto. Mi ’experiencia del mundo’ parece convencerme continuamente de la misteriosa multiformidad y de la infinita ’fugacidad’ del orden del ser".

ANTIDOGMATISMO

No es de extrañar que con estos presupuestos Havel se muestre partidario de un "pluralismo del saber". Su denuncia del dogmatismo y sus alienaciones es explícita: "Cuanto mayor es la esclavitud y el dogmatismo con que alguien se entrega a un sistema ideológico consumado, tanta mayor certeza hay de que entierra todas sus oportunidades de pensar y de descubrir en
libertad, y que aniquila la aventura de la mente: en la práctica, empieza a servir al ’orden de la muerte’".

Sin embargo, la denuncia del lecho de Procusto del sectarismo dogmático no debe arrastrarnos hacia el nihilismo. Hay en el pensamiento de Havel una sana abertura el Ideal Absoluto: "el contacto continuo con ese misterio nos convierte en seres humanos"... "cualquier persona que no sucumbe al ser-ahí es creyente". No obstante, "la fe, como estado de espíritu, no se puede ’materializar’ en algo acabado y dado de una vez y para siempre, que nunca más presentará problema alguno y a lo que uno no tendrá sino que servir, sin tener que volver, una y otra vez, a las preguntas elementales. Una materialización
parecida deja de ser fe en tanto que orientación hacia el ser, para convertirse en apego, en una orientación hacia los entes, las cosas y los objetos (por más abstractos que éstos sean), y, finalmente, en una forma disfrazada de sucumbir al ser-ahí".

Un ontologismo con resonancias heideggerianas, pero decidamente humanista. Havel predica la "responsabilidad hacia el todo". Especialmente relevante resulta hoy para nosotros su definición del...

FANATISMO.

"Es, precisamente, esa fe materializada, mistificada, fetichizada y, por eso, alienada". Se trata de un "error extraordinariamente atractivo para una mente perezosa, para un carácter débil y para cualquiera que, aunque se
opone visceralmente a apartarse del ser, al mismo tiempo sufre una falta total de coraje intelectual y moral (incluyendo el coraje de ir solo contra todo el mundo y renunciar a las ventajas de la posesión de ideas multitudinarias)"... "De esta manera el ser se ve sustituido... por una maqueta de sí mismo". "Cuanto más fanática es una persona, con tanta mayor facilidad cambia los objetos de su ’fe’". El fanático corta la cabeza a todo lo que trasciende o elude el proyecto dado, se le resiste o no puede ser explicado por él. El fin acaba justificando los medios. "La conexión entre el entusiasmo infantil, el racionalismo falto de ingenio y la violencia despiadada es harto conocida"...

"En otras palabras, un fanático es el que, sin darse cuenta de ello, sustituye el amor de Dios por el amor de su propia religión; el amor de la verdad y la justicia, por el de la ideología o doctrina o secta que prometen garantizar todo eso de manera definitiva; el amor de la gente, por el de un proyecto que afirma que sólo él puede servir a la humanidad".

LA REVOLUCIÓN EXISTENCIAL

"El hombre es la única criatura capaz de llevar a cuestas -de manera casi ’absurda’- lo que no tiene nada que ver con su ser ahí inmediato (o, al menos, no hasta un punto comparable con la medida de su afectación). Esta transgresión de todos los horizontes de la utilidad determinable se deriva directamente -al parecer- de su ’diferencialidad’ en cuanto ’ser separado’,
es decir, de su capacidad de experimentar el ser no sólo como la existencia de algo (útil o amenazador), sino también como algo que establece, conecta y une la existencia de todo, y por medio de lo cual, de hecho, a uno le acaba afectando cuanto existe"...

"El foco, o la matriz, digamos, de esta autotrascendencia humana es, y siempre fue, la existencia de los demás, experimentada, directa o indirectamente, de un sinfín de maneras...: sólo por medio del ’tú’ (el primer ’tú’, por supuesto, es la madre), sólo por medio del ’nosotros’ puede el ’yo’ convertirse en sí mismo: ése es el territorio de sus primeras
experiencias. En la proximidad y el afecto de los demás reconoce, por primera vez, su hogar". La utopía de Vaclav Havel apunta al "renacimiento de las relaciones humanas elementales", más que en la dirección de un socialismo, cuya
palabra y utopía se utilizaron en su país como una maza.

PALABRAS SOBRE LA PALABRA

En la Feria del Libro de Frankfurt, en 1989, agradeciendo un "Premio de la Paz" otorgado por los libreros, el actor Maximilian Schell leyó un discurso de Vaclav Havel, porque las autoridades prohibieron a Havel salir de Checoslovaquia.
En ese discurso se refiere a la ambivalencia de las palabras: "Al lado de una palabra que estimula a las personas con su libertad y veracidad, hay una palabra que hipnotiza y fanatiza, una palabra frenética, falsa, falaz, peligrosa y mortal. Una palabra-flecha". "La palabra es una fenómeno enigmático, ambiguo, ambivalente, engañoso. Puede ser un rayo de luz allí donde reina la oscuridad o una flecha mortal. Y lo peor es que ahora puede ser lo primero y, tan sólo un instante después, lo contrario, e incluso ambas cosas a la vez".

¿Cómo fue la palabra de Marx? Proyectó luz, pero también fue el germen de todos los terribles Gulags posteriores. ¿Y la de Cristo? Incluso el cristianismo más puro llevaba implícita alguna cosa que también abrió la caja de los truenos y el espacio a los horrores. Toda acción importante encontró su arranque en la esfera de la palabra, pero precisamente por eso, tal vez sea la desconfianza hacia las palabras y la conciencia del horror que puede gestarse en su interior la misión más propia del intelectual.

La tarea moral pasa por renunciar a la arrogancia que nos caracterizó históricamente, haciéndonos creer que comprendíamos a la naturaleza y podíamos hacer de ella lo que quisiésemos, o que éramos propietarios de la razón y podíamos planear una vida feliz para todo el mundo, eliminando a quienes no se sintiesen seducidos por nuestros planes. Pero Havel siente que aquella Palabra que había al principio de todo no era la palabra del hombre...

EL DESAFÍO DE LA POSTMODERNIDAD

Vivimos un periodo de transición que mezcla y combina culturas o enfrenta una pluralidad de mundos intelectuales y espirituales; una época en que todos los sistemas de valores, aparentemente consistentes, colapsan. Lentamente, emerge un nuevo significado. El dramaturgo Havel nos ofrece una imagen: "Para mí, el símbolo de esta nueva situación es la imagen de un beduino subido a un camello, vestido con ropas tradicionales pero con unos tejanos debajo, transistor en su mano y un soporte para la Coca-Cola en la giba del camello".

La civilización tecnológica es posiblemente la primera que en la historia humana se extiende al mundo entero "y une todas las sociedades humanas de manera firme, sometiéndolas a un destino común y global". No obstante, la relación con el mundo que la ciencia moderna fomentó y diseñó parece haber agotado ahora su potencial. En este mundo postmoderno,
casi todo es posible y casi nada es cierto. "Los conflictos culturales aumentan y son, comprensiblemente, más
peligrosos que en cualqueir momento anterior de la historia. El final de la era del nacionalismo ha sido catastrófico. Armados con las mismas armas supermodernas, a menudo procedentes de los mismos fabricantes, y seguidos de cerca por cámaras de televisión, los miembros de varios grupos tribales viven en guerra unos con otros. De día trabajamos con estadísticas y por la noche consultamos a los astrólogos y nos dejamos asustar por los vampiros y las novelas de misterio. El abismo entre lo racional y lo espiritual, lo externo y lo interno, lo objetivo y lo subjetivo, lo técnico y lo moral, lo universal y lo único, es cada vez más profundo."

CUANDO NADA ES CIERTO CONVIENE APOSTAR POR LA TRASCENDENCIA

La conciencia de que no estamos solos ni sólo para nosotros, sino que formamos parte integral de entidades más altas, es el factor común de todas las religiones. El imperativo del respeto universal de los derechos humanos no significa nada si no deriva del respeto hacia el milagro del Ser, del universo, de la naturaleza y de nuestra existencia. "Sólo alguien que se somete a la autoridad del orden universal y de la creación, que valora el derecho a formar parte de él y a participar en él, puede valorarse a sí mismo y a sus conciudadanos de manera genuina, y, por lo tanto, puede ser capaz de honrar sus propios derechos también."

"Trascendencia como única alternativa a la extinción. La Declaración de la Independencia afirma que el Creador concedió al hombre el derecho a la libertad. Y parece como si el hombre no pudiera llevar a cabo dicha libertad si olvida a Aquél que le dotó de ella"... "Los hombres deben venerar en Dios alguna cosa que les sobrepasa".


El diagnóstico de Havel recuerda el de Kolakowski: la crisis espiritual del mundo contemporáneo deriva del hecho de que el hombre actual ha perdido el respeto por una autoridad superior, digamos que supraterrena. Por tanto, no puede menos que perder el respeto a toda autoridad terrestre, tanto la de su prójimo, como, a fin de cuentas, la de sí mismo. Se trata de un
problema filosófico y no político.