DÍAS DE GLORIA Y MUERTE
¿Quien ha dicho que el Kitsch tiene por fuerza que ser pretencioso y de mal gusto? Si algunas de sus características básicas son la mezcla de estilos, el anacronismo formal, la reivindicación de lo inusual y excéntrico, no hay inconveniente en considerar la serie La vida breve, creada por Cristóbal Garrido y Adolfo Valor, buen kitsch y -más allá del tópico- cabe proclamarla muy lejos del kitsch malo y pretencioso. La vida breve ha cursado por Movistar en seis capítulos de poco más de media hora: escatológica, irreverente, descarada..., ¡y kitsch!, pero divertida y excelentemente bien interpretada y escenografiada. Una gamberrada histórica sobre el motivo de la abdicación de Felipe V y el brevísimo reinado de su hijo Luis I, las conspiraciones cortesanas, el eco de guerras lejanas y la enrevesada diplomacia internacional de la época.
Si en lugar de una desublimación de la monarquía borbónica, como la de esta comedia disparatada, que quita al trasero real el calzón de seda para que sólo quede caca de lux y las caricaturas del ansioso, del payaso goloso, del rey neurótico (magistralmente interpretado por Javier Gutiérrez) o los esperpentos de la ramera dientona o de la princesa lúbrica..., si en lugar de reírse, uno quiere transportarse al séptimo cielo..., si uno quiere vogar artísticamente por otra dimensión, la de la altura barroca en lugar de la de la bajura rococó, y con el mismo pretexto histórico pero en clave (nunca mejor dicho) sublimada y celestial, incluso arcangelical, entonces habrá de oír, con el placer del buen y exigente entendedor, del melómano ilustrado y amigo de lo cromático, las dos misas que dedicó José de Torres (1670-1738) a Luis I el Breve, cuyo reinado por muerte imprevista duró 7 meses, es decir 229 días.
El 10 de enero, el medio francés Felipe V, hipocondríaco, melancólico, de salud mental delicada (tales son los efectos de la endogamia), primer rey Borbón de las Españas, abdicó en su hijo, que gozaba, mejor que el padre, del favor del pueblo por haber nacido aquí, hablar perfecto español y ser sencillo de costumbres y afable. También fue gran amante de la caza (afición con que le ridiculiza la serie cinematográfica).
José de Torres, de origen humilde, alcanzó por méritos propios la categoría de Maestro de la Real Capilla en 1718 y dedicó al Bien Amado y malogrado rey Luis I sendas misas, una para la coronación y otra de difuntos, compuestas una muy próxima a la otra. El pobre Ludovicus I Primus Rex Hispaniae murió solo, su mujer, una prima francesa, chiquilla díscola y tal vez bipolar, que tenía la manía de limpiar los ventanales de palacio desnuda, era el único personaje familiar próximo en su agonía (viruela y tabardillo). Enterraron sus restos rápidamente por su estado de putrefacción y por el calor asfixiante de Madrid en esos días (3 de septiembre de 1724).
Ambas misas son obras maestras que ofrecen un interesante contraste de espíritu (gloria y muerte). Han sido grabadas conjuntamente, interpretadas en la Parroquia de El Salvador de Requena (Valencia) en septiembre de 2001 y editadas por la Sociedad Española de Musicología, bajo la dirección artística de Marisa Sparza. Con el título de Días de gloria y muerte, el proyecto discográfico fue dirigido por Rosario Álvarez, bajo la responsabilidad musicológica de Begoña Lolo. Dirigió la orquesta y el doble coro Josep R. Gil-Tàrrega.
De lo ridículo a lo sublime, o de la serie a las misas. Tal vez resultan buenas y entretenidas perspectivas complementarias.
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