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SIGNAMENTO

A la sombra del granado

A la sombra del granado

 -La verdad no puede contradecir a la verdad, ¿no es cierto, Zuhayr?

-Por supuesto, no podría ser de otra manera. Está escrito en el Alcorán, ¿verdad?

-¿Y por eso es cierto?

-Bueno…, quiero decir… Escúchame, anciano, hoy no he venido aquí a discutir blasfemias.

-Entonces te haré otra pregunta: ¿es lícito unir lo que conocemos a través de la razón con aquello que nos dicta la tradición?

-Supongo que sí.

-¡Lo supones! ¿Es que no os enseñan nada hoy en día? ¡Condenados tontos! Te planteo un dilema que ha confundido a nuestros teólogos durante siglos, y lo único que se te ocurre decir es “supongo que sí”. No es una buena respuesta. En mis tiempos se enseñaba a los jóvenes a ser más rigurosos. ¿No has leído las obras de Ibn Rushd, uno de nuestros grandes pensadores, y un gran hombre a quien los cristianos de Europa llaman Averroes? Debes de haber leído sus libros. Había por lo menos cuatro en la biblioteca de tu padre.

Zuhayr se sentía avergonzado, humillado.

-Los estudié de tal forma que no pude sacar ninguna conclusión positiva de ellos. Mi maestro decía que Ibn Rushd era un hombre ilustrado, pero también un hereje.

-Los ignorantes sólo pueden difundir ignorancia. Esa acusación es falsa. Ibn Rushd era un gran filósofo, lleno de talento. A mi modo de ver, estaba equivocado, pero no por las razones que te dio ese estúpido que contrataron para que te enseñara teología. Para resolver la supuesta contradicción entre razón y tradición, aceptó las enseñanzas de los místicos, con sus significados aparentes y sus significados ocultos. Sin embargo, aunque es cierto que las apariencias y la realidad no son siempre la misma cosa, Ibn Rushd insistió en que las interpretaciones alegóricas eran el corolario inevitable de la verdad. Es una pena, pero no creo que al afirmar eso se haya basado en motivos fundados.

-¿Cómo lo sabes? –preguntó Zuhayr, molesto-. Tal vez creyó que era la única forma de extender el conocimiento y sobrevivir.

-Era absolutamente sincero –afirmó al-Zindiq con una certeza propia de su edad-. En una ocasión dijo que el peor día de su vida fue aquel en que llevó a su hijo a la mezquita para las plegarias del viernes y una multitud los echó. No le afectó sólo la humillación, sino también la convicción de que las pasiones de la gente sin instrucción acabarían ahogando la religión más moderna del mundo. En cuanto a mí, creo que Ibn Rushd no era suficientemente hereje. Aceptó la idea de que el universo está al servicio de Dios –Zuhayr comenzó a temblar-. ¿Tienes frío, chico?

 

La idea de un universo desligado del Creador hace temblar a Zuhayr, que acabará echándose al monte (Las Alpujarras), en el levantamiento contra la autoridad cristiana de Granada.

A la sombra del Granado (Madrid, 2005), la novela histórica de Tariq Alí, cuenta la situación que se produce en Al-andalus unos años después de la toma de Granada por las tropas de Isabel y Fernando (1492). La historia de una familia de terratenientes musulmanes en el clima del eclipse de una civilización mestiza: la andalusí,así como el terrible trilema que se les plantea a muchos señores andalusíes al filo del cambio de siglo: inclinar la cabeza y convertirse al cristianismo, abandonar la tierra en la que habían trabajado, jugado, luchado y amado durante ocho siglos, o retirarse a las montañas para resistir y pelear.

Lo peor de la novela –a mi juicio- es el perfil fanático, tan simple como siniestro, que se le atribuye a Cisneros, al que se hace directamente responsable de una terrible y masiva quema de libros musulmanes en la Granada de 1499. ¡Menos mal que por lo menos accede a salvar los de medicina y astronomía, eso sí, requisados para la futura biblioteca de Alcalá! Frente al Cisneros reprimido y obsesionado por la “pureza de sangre”, se idealiza un pasado andalusí, tolerante e integrador, en que convivirían las tres culturas sin conflictos durantes siglos, y en el que el único problema y la razón de su debilidad y postrer derrota sería la incapacidad de los señores andalusíes para mantenerse unidos frente al "bárbaro" del norte.

Sobre este mito de "las tres culturas" conviviendo en paz, o sobre el otro de la superior "tolerancia" de la cultura musulmana peninsular sobre la cristiana, puede leerse en línea mi artículo "La filosofía y el mito andalusí", donde también se alude a la filosofía poítica, califal y totalitaria, de Averroes.

Tariq Alí es una interesante personalidad cosmopolita, un activista de izquierdas, redactor de New Left Review, director de cine, ensayista y novelista. Y ve en las religiones un sistema de opresión institucionalizado: “La historia está llena de jóvenes tontos que se emborrachan con la religión y se precipitan a luchar contra los infieles” (cap. VIII). Desde luego, las religiones han sido también eso, ¡y muchas más cosas! De origen paquistaní, pero formado en Oxford, Tariq Alí fue uno de los diecinueve firmantes del Manifiesto de Porto Alegre (Brasil, 2005). El protagonista intelectual de la novela, me parece una especie de alter-ego del escritor y se hace llamar Al-Zindiq, el escéptico. Su biblioteca manuscrita se salva y viaja a Fez, si no recuerdo mal...

En The Shadow of the Pomegranate Tree (1992) -que he leído en traducción de Maria Eugenia Ciocchini (1993)-, y en el bando cristiano, el antagonista de Cisneros es don Íñigo López de Mendoza, conde de Tendilla, capitán general de Granada. Don Íñigo tiene amigos entre la nobleza andalusí, no tiene inconveniente en vestirse con ropas moriscas, y es partidario de cumplir lo acordado en los términos de la rendición, respetando al vencido. Al final, no tendrá más remedio que elegir, contra su conciencia, la violencia de la represión y su ruptura con el mundo andalusí, que irremediablemente se eclipsa.

La novela está llena de alusiones a la vida cotidiana de los terratenientes agrícolas andalusíes, a su organización patriarcal y económica. El Banu Hudayl es el indiscutible protagonista y víctima trágica de la historia, con sus leyendas heroicas, sus historias de amores -lícitos e ilícitos-, sus pasiones oscuras y sus renuncias lúcidas. Las recetas de la cocina antigua, los productos de la huerta intensiva, se asocian a los “zajal”, poémas estróficos populares de trasmisión oral, o a los comentarios sobre la poética de Ibn Hazm...

Para quienes hemos vivido y andado mucho por esos paisajes de Gharnata y Las Alpujarras granadinas, la novela tiene un valor doblado. Muy entretenida y documentada, aunque algo maniquea, como casi todos los cuentos con que se mece la cuna del ser humano...

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