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Astucia de los animales

Astucia de los animales

(Mi amiga Encarnación Lorenzo me regaló una preciosa edición de Plutarco -Akal/Clásica, Madrid, 2005- que contiene las Vidas de los diez oradores, Sobre la astucia de los animales y Sobre los ríos. Por ésta y por muchas otras delicadezas que tiene conmigo, le dedico este breve comentario a la segunda de las obras plutarqueas citadas arriba.)

¿Podemos atribuir razón o inteligencia a los animales? Los estoicos lo negaban. Plutarco polemiza con ellos en su diálogo De sollertia animalium escrito juvenil, tal vez realizado entre el 70 y el 80 después de Cristo.

Quienes defienden en el diálogo las posiciones del autor ponen multitud de ejemplos de comportamientos animales que son incomprensibles si no se supone en ellos razón y hasta virtud. En las hormigas, como en una gota de agua clara, se ve la imagen de un comportamiento natural pero noble: en su sociabilidad, en su carácter amante del trabajo, en el modo en que tratan a sus muertos. Recoge Plutarco la observación correcta de cómo se comen el germen del trigo para evitar su germinación en la despensa del hormiguero y conservar así su valor como alimento. “Su noción de anticipación a la germinación del trigo va más allá de toda concepción de inteligencia”.

De lo más pequeño a lo más grande: los elefantes. Todo el mundo se maravilla de cómo el elefante, tras el aprendizaje y la instrucción, exhibe en los teatros formas y variaciones de sus actividades, cuya variedad y complejidad no es fácil de memorizar y retener ni siquiera para los hombres que los practican.

Refiere también el tópico que cita Crisipo, del perro capaz de una inferencia disyuntiva del tipo: ((A v B) & ¬A) -> B, cuando sigue a su dueño o a una fiera, y elimina la alternativa para escoger el camino correcto en una encrucijada… Son innumerables los ejemplos que cita de lealtad e inteligencia de los perros, los cuales “se purgan a sí mismos produciendo bilis con cierta clase de hierba” (a los míos les encanta la grama).

Resulta interesante constatar cómo Plutarco cita el caso de ballenas que perecen extraviadas encallando en tierra. Lo atribuye a la muerte del pez-guía, una especie de gobio al que la gran ballena respeta y sigue en todo momento…

Y es que los animales del mar también son astutos e inteligentes, no por otro motivo “lo iniciados en los misterios de Eleusis veneran al salmonete”. Y sólo el delfín, además de otras virtudes, tiene aquella que ansían los más grandes filósofos: la amistad sin conveniencia.

Cuenta que Odiseo tenía un delfín grabado en su escudo, porque su hijo Telémaco, tras caer de chico en la parte profunda del mar cerca de la orilla, fue salvado por unos delfines que lo recogieron y lo devolvieron a la superficie.

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