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Riña de gatos

Riña de gatos

He terminado la novela de Eduardo Mendoza, Riña de Gatos (Madrid 1936). Es atrevida por el marco histórico que escoge para su trama: el revuelto Madrid en el que se preludia la guerra incivil. Por el escenario ficticio pero verosímil de la novela pasean los fundadores de Falange, los conspiradores contra la República, incluido el general Franco, el decrépito populacho de la “famélica legión”, la rancia aristocracia castellana y el mismísimo don Manuel Azaña, como figuras de un sainete cómico.

La novela fue premio Planeta en 2010 y es muy entretenida. Está escrita con esa cachaza de humor compasivo tan característica del autor, que se ha documentado bien y no incurre en el maniqueísmo, tan à la page, de pintar a reaccionarios malísimos y republicanos buenísimos. La psicología de los personajes adquiere profundidad, a pesar del trazo impresionista, goyesco, tan goyesco como el detalle de cartón para tapiz que adorna esta entrada.

El protagonista es un crítico inglés amante de Velázquez, que viaja a Madrid para tasar un cuadro que no se sabrá hasta el final si es o no es un Velázquez. La reflexión sobre los males históricos de España, los cuadros del gran artista y la especulación sobre las circunstancias en que los pintaba, añaden interés a la lectura.

La perspectiva del autor, próxima a la del intelectual inglés apolítico, permite una narración entre divertida, estoica y distanciada, de la crítica situación por la que atrevesaba la Segunda República. Al final, resultan más caricaturescos los espectadores ingleses de su colapso, que las figuras atrapadas en él, que ostentan un perfil inteligente y atormentado, entre melodramático y trágico, sumidos en sus tremendas contradicciones personales, que son también las de la España del momento.

He sorprendido algún anacronismo menor. No se trata de una obra maestra, pero Riña de gatos da que pensar y que prevenir, y ha nutrido bien mi postre de ocio veraniego.

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