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TUBULAR BELLS

TUBULAR BELLS

¿Le sucede a usted que la escucha de una canción o de una melodía le trae un recuerdo y luego otro que tira de un tercero, como las cerezas cuando no han perdido el cabo? ¡Pues claro! A todos nos pasa. Los recuerdos, como las señoras cuando marchan à se repoudre le nez, van y vuelven por parejas y hasta por tríos, o por racimos. Unas evocaciones enlazan con otras como el hipertexto, o como las raíces de los olmos. Es el fenómeno que la psicología ha llamado "la magdalena de Proust". Ya saben: Marcel fue ese vividor francés que quiso dar sentido a su vida disoluta, y a partir del recuerdo del sabor y olor de una magdalena, reconstruyó literariamente El Tiempo perdido.

Cuando reoigo Tubular Bells de Mike Olfield me pasa algo parecido, me viene el aroma marinero de la Barceloneta y luego el menú a base de monjitas con butifarra, mongetes o alubias fritas y con el alioli de una tasca obscura ¡a ¡doscientas pesetas con bebida y pan!, y enseguida acude al magín el agradecimiento. Sí, porque las imágenes rementadas traen también consigo sentimientos antiguos, nobles o de esos que llamamos impropiamente "resentimientos". Sí, rebrota la gratitud al economista Luis Sig Formentín, que puso a mi disposición su apartamiento en esta barriada de la cosmopolita Barcelona (tal vez ya se haya vuelto provinciana), un habitáculo diminuto que compartía con su esposa enfermera. El retrete estaba en el mismo cubo claustrofóbico de la ducha, así que uno podía ducharse mientras se aliviaba. El sueldo de la enfermera no daba par mucho más.

Luis y un servidor tomamos armas en el mismo CIR nº 9 en San Clemente de Sasebas, en la misma séptima compañía en la que yo ejercía como cabo furriel, él fue levado como recluta. Tras jurar bandera, no le volví a ver. Tal vez intercambiamos un par de cartas en lo que hoy se llama "correo de superficie", pero que en realidad era más profundo que el apresurado que viaja por la luz de la Red de redes. Luis fue para mí una de esas personas que tienes la suerte de cruzarte en la vida para que confirmen o restablezcan tu confianza en el género humano, limitando la tendencia hoy vírica a la misantropía.

Oímos juntos Tubullar Bells como quien tiene un jardín y oye en él a un pájaro nuevo sin saber nada de ornitología. Aquellas campanas parecían proceder de un venerable santuario celta y llamar a una nueva religión -o religación- que nos reconciliase con una armonía natural y campestre. El otro día oímos en un programa de la tele la melodía hipnótica de su arranque, que aparecería en El Exorcista, y mi nieto se puso a bailarla espontáneamente. Lo bueno, ni se enrancia ni envejece...

Tubular Bells le valió a Michael Gordon Olfield, nacido en Reading (UK) un Grammy en 1975. Puede decirse que es un música de nuestra generación, la de Luis y la mía, Aunque Mike sea un poco mayor. Su música fusionaba el folklore con el rock y el jazz, recogiendo incluso la influencia de Sibelius y valiéndose de múltiples instrumentos que el compositor lograba sintetizar de lo lindo.

El disco no sólo lanzó al estrellato a su autor, sino también a la recién fundada compañía Virgin Records. Se estrenó un 25 de mayo de 1973 y hoy casi todo el mundo la reconoce como obra maestra. Un crítico dijo de ella que combinaba "lógica y sorpresa, sol con lluvia". Desde luego, cautivó nuestro corazón e imaginación. De las otras obras que he oído de Mike Olfield la que más me ha gustado ha sido Platinum, tan animosa, en una de sus canciones el autor quiso ridiculzar el movimiento Punk. Su sonido cristalino y ritmo trepidante es ideal para conducir y no dormirse por autopistas.

En Crises, su octavo álbum, aparece la canción Moonlight Shadow cantada por su hermana Maggie Reilly. Se considera un tributo a John Lennon tras su asesinato. En disco sencillo fue gran éxito y una de las canciones representativas de los ochenta. En la música que Mike Olfield compuso para la película The Killing Fields (Los gritos del silencio) de Roland Joffé, sobre la guerra civil camboyana, adaptó como tema principal uno de los "Recuerdos de la Alhambra" de Francisco Tárrega. Su última obra reseñada en las enciclopedias es Return to Ommadawn de 2017.

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