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LA ELEGANCIA DE TERESA (NUMEN ORSIANO)

LA ELEGANCIA DE TERESA (NUMEN ORSIANO)

(Las páginas señaladas pertenecen a la traducción de Rafael Marquina con dibujos de Rosario de Velasco como el que sirve de ilustración a esta entrada; editorial Éxito, Barcelona 1954)

La Bien Plantada es una “extraña novela” de Eugenio d’Ors, escrita y publicada en 1911. La llamo "extraña" porque está más cerca del ensayo lírico o de la poesía de pensamiento que de lo que tradicionalmente llamamos novela. La obra se publicó originalmente en catalán en la sección "Glosari" del diario La Veu de Catalunya. Se editó en un único volumen al año siguiente y se reeditó en 1936. Alcanzó rápido éxito y fue considerada una de las más representativas del noucentisme catalán (“nou-“ con el sentido de nueve y nuevo). La crítica destacó su carácter filosófico y su representación de valores como el preciosismo, el clasicismo, la laboriosidad y la fecundidad maternal.

La Bien Plantada se llama Teresa y es elevada por Eugenio d’Ors más que a símbolo, a numen regenerador de la cultura mediterránea, cultura pensada como "eón" intemporal. Su figura conserva una divina impasibilidad lunaria. De natural mesura y buen juicio, cuando la vemos aparecer la paz nos inunda el pecho: ¡tan sencilla, tal delicada, tan señora! Con su invención, Xenius (pseudónimo del autor) aspira a curarnos de romanticismos decimonónicos, con el antídoto del ideal clásico. Ella es instinto y medida, inteligencia y cultura. “Teresa corresponde al neoclasicismo” (pg. 35).

Aunque se pretende símbolo racial, subyace en su naturaleza cierta aspiración universalista. De hecho, nació en Asunción, capital de Paraguay, en las Américas hispanas. Es por tanto híbrida y "providencial extranjería", pues para que una sangre se renueve es preciso un poco de otra sangre –escribe el autor. “Milagro y naturalidad son en ella una misma cosa y “a su alrededor sólo puede darse concordia y benigna avenencia”. D’Ors compara su audacia tranquila con la de Raimundo Sibiude (o Sibiuda) en su Teología natural y alude también al Canto espiritual (sic) de Juan de la Cruz, en el que Maravall vio “la eternidad de lo sublime” (54).

Teresa representa el “eterno femenino” (Ewig-weibliche) que en El secreto de la Filosofía (1947) adquiere la categoría de eón, concepto que toma D’Ors de la filosofía alejandrina con el significado de fenómeno histórico que se reitera como constante histórica (Lección VI)… “porque las mujeres son los palpitantes canales por donde llega a lo futuro la sangre ancestral y toda su gracia infinita” (55). En cada uno de los dichos lacónicos de Teresa encuentra Xenius lección de catalaneidad auténtica, de patriotismo mediterráneo y de espíritu clásico: claridad y seguridad tranquila.

El símbolo de la Bien Plantada es un árbol: “Por las raíces bajas, el árbol está bien plantado en la tierra. Por las raíces altas está bien plantado en el aire y en el cielo”… “Así nuestra Teresa bebe la noble savia de todos los muertos de su Raza, que es la nuestra, y de su cultura”, aun célibe pero con novio, desearía tener criaturas suyas (73s, 75); desea como platónica esencial engendrar en la belleza. Rinde así pleitesía a lo general vivo, una categoría (D’Ors va siempre de la anécdota a la categoría porque piensa que el filósofo es "especialista en ideas generales" y se tiene por tal), y la Bien Plantada es también categoría porque escucha bajo la tierra la voz de los muertos; o en los aires, la voz de sus futuros como escogida para “restaurar la Raza”.

Pasa sus vacaciones en un pueblecillo de marina a pocos kilómetros de Barcelona donde todo el mundo se conoce y donde reina como representación de la Cultura y la Tradición. D’Ors confía en el culto a la Bien Plantada para recuperar lo que de clásico hay en nosotros, frente a la furia ibérica (de la que también participa lo catalán) y frente a aquellas abominadas fuerzas de descomposición que por mal nombre llaman “romanticismo” (105), una caída desde el cielo de las cosas inmortales a las cenizas de natura, pues es Natura la escoria que se desprende de los ideales cuando se elevan atrevidísimos al cielo, residuo y escombro que dejaron las ideas mientras ascendían.

Anuncia D’Ors en esta insólita novela la resurrección de Pan, paradójico representante, a la vez, del pluralismo y la mesura que revelan "las ancestrales lecciones armoniosas":

“En breve será hecha la luz, y los hombres reconocerán nuevamente que más que en toda la bárbara ciencia que habéis aprendido hay verdad y sabiduría en una sonrisa de Sócrates o en una voladora y encantadora metáfora de Platón, el divino. El gusto irá haciendo cada día más amada la moderación y decaerá así el culto impropio del Becerro, y los hombres serán menos tiránicamente movidos por el apetito del logro, y se dará su justo precio al ocio exquisito y al sagrado juego y a las formas acabadas y a la ironía (…).

“Mientras tanto, que cada uno desvele y cultive aquello que en él hay de angélico, esto es: el ritmo puro y la suprema unidad de la vida; lo que declarado quiere decir: la elegancia. Aconsejaron los últimos románticos: Haz tu propia vida como un poema. La Bien Plantada aconseja mejor: Haz tu propia vida como la elegante demostración de un teorema matemático”.

Xenius se comprometerá a hacer de misionero del evangelio de Teresa. No manchará su alba túnica socrática ni siquiera acompañándose de retóricos, heteras y libertinos. Conservará a pesar de todos la serenidad, los valores de la contemplación, una ironía rica en indulgencias “y una misma majestad y prudente juicio y mesura”.

“Tú has de ser ejemplo de calma y no serás infiel al sentido de la proporción” –le escribe epistolarmente Teresa a modo de despedida–… “Solamente a precio de esta contención podrás anunciar mi palabra. Ve, pues, e instruye a las gentes, bautizándolas novecentistas en nombre de Teresa” (109).

***

La Bien Plantada formará con Gualba, la de mil voces (1981), La verdadera historia de Lidia de Cadaqués (1954) y Sijé (1981) la tetralogía novelística del maestro: “Las Oceánidas”. Se las ha considerado novelas mitológicas o míticas, porque sus personajes son símbolos. Teresa simboliza la musa-ángel, lo platónico, el arquetipo o ideal de perfección; Gualba sería lo instintivo, lo incestuoso y presocrático; Sijé, la misteriosa sirena, el devenir temporal; y por fin, Lidia, la sibila-bruja. Carlos D’Ors –nieto de Eugenio– presenta a Teresa como arquetipo estético botticelliano, mientras que Lidia figuraría como numen goyesco; Sijé, como tintorettiano; y Gualba, como numen rembrandtiano.

Es evidente el interés e inclinación orsiana por la estética y dentro de ella por lo clásico. Se ha dicho que Eugenio D’Ors repartía diplomas de clasicismo. Según él, dos fenómenos socioculturales acreditaban el clasicismo de un autor: que se le atribuyen obras apócrifas y, segundo, la interiorización de sus ideas por parte de las gentes, sin acordarse estas de quien las puso en circulación. Y es que la cultura se adopta y vive de modo inconsciente.

D’Ors pensaba que los mitos, heredados o inventados, no tienen por qué obrar en prejuicio de la razón, sin embargo prueban que la cultura desborda los límites de la conciencia individual para inscribirse en una sobreconsciencia (concepto seguramente tomado de Bergson), es decir, eso que queda cuando uno ya no se acuerda de lo estudiado. Porque la cultura abarca además de lo pensado lo incorporado inconscio (por decirlo con un adjetivo de Giner de los Ríos). El individuo adopta sin saberlo, y a veces sin entenderlo, el músculo mental a la sabiduría acumulada (“Todo lo que no es tradición es plagio”, en la célebre fórmula orsiana, pues, quien renueva, también rememora). En opinión de Mercè Rius, notable estudiosa del autor catalán, este escribió su novela más famosa para expresar todo esto y así forjó uno de sus mitos más queridos:

“Teresa es un nombre castellano. Allá [en Castilla] es un nombre místico, ardiente, amarillo, áspero […] Pero llega el mismo nombre a nuestra tierra [Catalunia], y de pasarlo por la boca de otra manera adquiere otro sabor. Un sabor a un mismo tiempo dulce y casero, caliente y substancioso con el de la torta azucarada.”

(Mercè Rius anota que en la edición catalana dice “Allí dalt és un nom adust, encès, groc, ascètic, aspre”. En la versión de Marquina desapareció el “adusto”, y “ascético” se sustituyó por místico. La edición crítica a partir del Glosari restituye el original “biliós” –bilioso– en lugar de “ascètic”).

La Bien Plantada personifica la cultura catalana buscando extender su radio, en el tiempo, hacia el pasado (clasicismo) y el futuro (noucentisme) y, geográficamente, dándole una amplitud mediterránea. Figura Teresa una “idea-fuerza” (en el sentido que dio a este concepto Alfred Fouillée),  como las de civilidad o Unidad de Europa, que tanto gustaron a Xenius, tanto como el principio de orden, que integró para él los de razón suficiente y acción creadora.

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