Keyserling: el arte de filosofar
A pesar de la gran popularidad que su obra y personalidad alcanzó en España, donde sin duda fue tenido muy en cuenta por Ortega, o en Argentina y en Méjico, la filosofía del conde lituano-alemán Herman Graf Keyserling ha sido casi olvidada.
Una noche de insomnio me puse a releer mis notas sobre Keyserling (Könno 1880-Innsbruck 1946), tomadas de La angustia del mundo. Esta obrita no aparece en el elenco que ofrece mi Larousse. La leí de prestado, tal vez de la biblioteca municipal, creo que pertenecía a la famosa colección Austral.
Me he encontrado con jugosas frases en torno al Sentido (Sinn), ámbito que el filósofo contrapone al fenoménico, objeto de la ciencia y la técnica.
¿Paráfrasis?, ¿citas?, ¿síntesis personales? Las pongo en la Red por si incitan a alguna reflexión o comentario:
- El sentido es algo cambiante y mecánicamente imperceptible, como la expresión de un rostro o la ejecución de un músico...
- El valor espiritual de un discurso no depende sólo de la corrección lógica, sino también del arte, que sabe hacer convergir todos los medios de expresión disponibles hacia la evocación del sentido viviente, que es una meta tanto más inaccesible a toda expresión convencional cuanto aquél [el sentido viviente] es más vivo, vasto y profundo.
Keiserling, casado con Goedela von Bismarck, fue un extraordinario viajero, uno de sus libros más leídos fue precisamente Diario de viaje de un filósofo (1919). Cosmopolita, viajó mucho por Oriente pero también por América. Su nombre -me enteré por la Internet- aparece en la letra de un tango. Fue amigo y admirador de Tagore, y el aprecio fue recíproco. En Buenos Aires se dejó deslumbrar por Victoria Ocampo, a la que "tiró los tejos". Ella le rechazó con elegancia.
K. pensaba que el único tema filosófico es el de las relaciones del espíritu con la naturaleza, o del mundo con Dios. Para K., filosofar es un auténtico arte. El pensamiento trabaja con las leyes del pensamiento y los datos científicos, exactamente como el músico con los sonidos.
A pesar de su europeísmo, Keyserling estaba convencido de que la cultura del futuro uniría los aspectos técnológicos y dominadores de la cultura occidental con los aspectos místicos y espirituales dominantes en la cultura oriental, en un fondo común.
Emparentada con la filosofía vitalista de Nietzsche y Spengler, con el espiritualismo de Schelling, el intuicionismo de Bergson, el historicismo de Dilthey o el ingenio analítico de Simmel, su prosa clara es expresión de una filosofía antiacadémica, antiintelectualista. Aunque algunos críticos le consideren un autor "mesiánico" y algo ególatra, sus fuentes últimas son el magisterio nada despreciable de Platón y Kant.
Expulsado de estonia por los bolcheviques, Fundó una Schule der Weisheit, una "Escuela de sabiduría", en Darmstadt, bajo el mecenazgo del gran duque de Hesse (1920), escuela que luego fue cerrada por el régimen nazi.
Keyserling apela a la fuerza del sentimiento, pero conserva los valores espirituales, amenazados por la civilización mecánica y la cultura de masas.
Viajó por España, donde impartió conferencias en 1926 (en la Residencia de Estudiantes) y en 1930. Consideró a España una "virgen prometedora", más africana que europea, pero, por eso mismo, España es reservorio de valores que en el norte se han perdido, y esperanza restauradora del pueblo europeo. Hernán Cortés, Torquemada o Felipe II le parecen al lituano tipos genuinamente africanos. Caracteriza al pueblo español como dinámico, intrépido e idealista.
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