Blogia
SIGNAMENTO

LO BARROCO

LO BARROCO

Eugenio D’Ors rehabilitó y redefinió el barroco cuando se entendía por "barroco" algo peyorativo, un estilo histórico denostado, considerado inferior al clasicismo o una degeneración de este. D’Ors hizo de "lo barroco" un "eón estético", es decir, una "constante histórica". Su lección cambió la percepción del barroco internacionalmente, no sólo en España. 

Ya no se veía como una degeneración del clasicismo, como un exceso de mal gusto, limitado a una época específica (siglos XVII y XVIII) y limitado sólo a las artes plásticas. Las ideas del genial filósofo catalán fueron expuestas en Lo Barroco en 1936, pero se habían ido gestando mucho antes a partir de los coloquios de Pontigny, desde 1920.

No había que decir del barroco que fuera sólo un estilo, sino que consistía en una actitud del espíritu humano, una constante universal que se manifiesta en diferentes épocas y culturas. El barroco dialoga en la historia con lo clásico, si este representa el orden, la claridad, la contención, la razón y la búsqueda de perfección y armonía, lo barroco representa la complejidad, la tensión, el movimiento, la inestabilidad, la desmesura, la ambigüedad y la contradicción. D’Ors asocia esta actitud a la vitalidad, la pasión y la capacidad para unir opuestos.

Según esta visión, lo barroco, como categoría filosófica, no se limita al arte del siglo XVII. De él pueden encontrarse manifestaciones artísticas en la antigüedad, en el gótico, en el romanticismo, en el simbolismo e incluso en vanguardias tan modernas como el surrealismo. Con ello, D’Ors deshistoriza y universaliza el concepto de lo barroco como "eón estético", lo revaloriza sus obras y creaciones como manifestación legítima del espíritu humano con valor artístico y expresivo.

Su dualidad clásico/barroco se convirtió desde la publicación y divulgación de su obra en una herramienta útil para la crítica e historiografía del arte. Dado el amplio legado del barroco español, es evidente que su pensamiento ha significado un incentivo para el estudio y la puesta en valor de dicha herencia y patrimonio.

***

El disco que ilustra esta entrada fue para mí una puerta valiosa para el descubrimiento del barroco musical, que tantas alegrías y emociones me proporcionaría desde mi más temprana juventud. Durante el barroco la música instrumental pudo ya competir en jerarquía con la vocal, ganó fuerza, emoción profunda y prestigio intelectual. 

Los luthiers del XVII y del XVIII fabricaron prodigiosos instrumentos, hoy legendarios como los fabricados por los grandes lutieres de Cremona: Antonio Stradivari y Gioseppe Guarneri. Violines que hablaban y cantaban, algunos de los cuales se han conservado como joyas hasta nuestros días: sonatas, sinfonías, conciertos o suites fueron sólo nombres que referían a la manera de ejecutar dichos instrumentos.

El veneciano Giovanni Legrenzi (1626-1690), quien probablemente fue maestro de su paisano Antonio Vivaldi, escribió también óperas y oratorios. Más conocido nos resulta hoy Arcangelo Corelli (1653-1713) con sus maravillosos concerti grossi, uno de los cuales se oye todos los años por Navidad. Se considera a Corelli el primer clásico del violín y cuya influencia en "El Cura pelirrojo" (Vivaldi) es indiscutible. El año que Corelli murió compuso Vivaldi su Opus 4, La Stravaganza, claramente inspirada en Arcangelo, el cual se hubo dedicado sólo a la música instrumental.

Napolitano fue Francesco Durante (1664-1755), quien se dedicó preferentemente a la música coral sacra. De Durante fueron contemporáneos Tommaso Albinoni (1671-1750), autor del celebérrimo Adagio, y Francesco Manfredini (1680-1718), gran virtuoso del violín.

Con la grabación de la Orquesta de Cámara Leos Janácek comenzaron mis deliquios con la música del barroco. A mediados de los setenta del siglo pasado, mi maestro, el filólogo Andrés Castillo me introdujo en las maravillas del latín de Virgilio y en las ternezas y apasionamientos de Dido y Eneas, a la vez que me ofrecía una escala anímica segura para escalar las sublimidades de Haendel, faltarían aún muchos años para que descubriera el encanto de la música religiosa de Vivaldi a la luz de las velas en la perfecta acústica de la Iglesia de Saint-Germain-de-Près.

La carátula del disco está sobriamente adornada con un cuadro de Monserrat Gudiol. El vinilo incluye cuatro encantadores conciertos de los autores que he citado y una sonata de Legrenzi.

0 comentarios