El transhumanismo de Greg Egan
Si no es la mejor antología de ciencia ficción de los últimos veinte años, reconozcamos al menos que constituye una excelente colección de cuentos de anticipación. Me refiero a Axiomático, de Greg Egan (Arrakis ficción, Granada, 2011). Sergio Mars, quien comenta brevemente al final de la antología la obra del autor australiano, se refiere a su planteamiento como transhumanismo: la reflexión en torno al ser humano cuando, en un futuro inminente, éste empieza a dejar de serlo para convertirse en otra cosa, en un salto evolutivo que ya no está presidido por las leyes de la biología, sino por las posibilidades de la ingeniería biológica.
Estos poderes de la biotecnología abren un campo inmenso para la ética: problemas, dilemas, decisiones de consecuencias difícilmente previsibles. Se trata de una responsabilidad terrible. Piénsese en la selección embrionaria de caracteres con fines eugenésicos, o en la fabricación de niños-mascotas con caducidad programada, o en la producción de quimeras con fines esteticistas, como el leopardo-mujer del cuadro de Khnopff que ilustra esta entrada ("la caricia").
Se trata de ciencia ficción dura, y los conocimientos científicos de Egan son sólidos, está a la última. La perspectiva de Egan es más bien distópica o antiutópica, crítica y reflexiva (a través de los personajes), nada optimista, pero no tecnofóbica. Digamos -citando la autoridad de Habermas- que todo conocimiento tiene su interés y que el conocimiento técnico tiene también el suyo, que es legítimo, pues nos permite trascender las limitaciones naturales. Egan valora fríamente las ventajas y los prejuicios que causarían ciertas posibles invenciones ofrecidas ya por nuestro horizonte histórico.
¿Qué es lo que nos convierte en esencialmente humanos? Tal vez la mente. ¿Y no podría duplicarse ésta en una estructura más permanente y estable que la masa de glándulas, neuronas y glías que en la actualidad le sirven de efímero y deficiente soporte? Si la mente no es más que un sistema de bits y qubits sujetos a un conjunto especial de reglas de transformación, el soporte biológico resulta irrelevante. De ahí la "copia" que aparece en varios relatos, "la joya Ndoli", un dispositivo que tras un periodo de entrenamiento es capaz de replicar, como un doble perfecto, un cerebro personal. En algún momento, "la joya" sustituye al cerebro orgánico antes de que éste empiece a entrar en decadencia, garantizando así su continuidad en el tiempo. Dándose cuenta de sus implicaciones filosóficas, así habla uno de los personajes de Egan:
A los diecinueve, a pesar de estar estudiando económicas, me matriculé en un curso de filosofía. Pero aparentemente el departamento de filosofía no tenía nada que decir sobre el Dispositivo Ndoli, conocido habitualmente como "la joya" (...). Hablaban de Platón, Descartes y Marx, hablaban de San Agustín y -cuando se sentían especialmente modernos y atrevidos- de Sartre, pero si habían oído hablar de Gödel, Turing, Hamsum o Kim, se negaban a admitirlo. Por pura frustración, en un ensayo sobre Descartes, propuse que la idea de que la consciencia humana era un "software" que podía "implementarse" igual de bien sobre un cerebro orgánico o sobre un cristal óptico era en realidad un retroceso al dualismo cartesiano: escribiendo "software" en lugar de "alma". Mi tutor superpuso una línea roja, perfecta, diagonal y luminosa sobre cada párrafo que trataba de esa idea, y escribió en el margen (con letras Times verticales, en negrita y de veinte puntos, con un parpadeo desdeñoso de dos hercios): ¡IRRELEVANTE!
Si no somos más que sistemas de información, sería posible escanear y representar tales sistemas en un mundo paralelo, digital, virtual... Las especulaciones de Egan sirven al propósito de reflexionar sobre la naturaleza del yo y de la identidad personal. ¿Sería congruente considerar como humana una entidad constituida por información pura?
Loraine: No quiero que un ordenador me imite después de mi muerte. ¿De qué me serviría a mí?
David: No desprecies las imitaciones... La vida está compuesta de imitaciones. Cada órgano de tu cuerpo es reconstruido constantemente a su propia imagen. Toda célula que se divide muere y se reemplaza a sí misma con impostoras. Tu cuerpo no contiene ni uno solo de los átomos con los que naciste... entonces, ¿qué te dota de identidad? Es un patrón de información, no un algo físico. Y si un ordenador empezase a imitar tu cuerpo, en lugar del cuerpo imitándose a sí mismo, la única diferencia sería que el ordenador cometería menos errores
¿Cuáles son las implicaciones de la mecánica cuántica en el concepto de responsabilidad y libre albedrío? En "Órbitas inestables en el espacio de las mentiras", un grupo de vagabundos lucha por su libertad, deambulando entre "núcleos atractores de creencias" entre las que cuentan tanto las supersticiones religiosas como el humanismo o el cientifismo. Los miembros de este grupo se creen libres porque su escepticismo les ha evitado caer bajo la influencia de algún "atractor". Sin embargo, queda también la duda de que su misma actitud responda a fuerzas ajenas a su voluntad, a un atractor de confesión escéptica. Dudar de la propia duda, es lo que nos parece proponer el autor, y sin que ésta nos inmovilice.
Las fantasías de Egan, como cápsulas alucinantes, como las nanomáquinas con que sueña y sirven para alterar por un tiempo la arquitectura del pensamiento con fines recreativos, resultan inocuas, pero marean y asustan: ofrecen inquietantes posibilidades al diseño especulativo de inmediatos futuros, tan sofisticados como transhumanos y aterradores.
2 comentarios
declinicius -
Saludos!
¡Muy buena entrada!
Brigantinus -