BEN WEBSTER
Mi amigo Arsenio (que en paz descanse), llamaba a esta música "de picadero", queriendo decir -eso creo aplicando el principio pragmáitico de caridad- que es adecuada para desatar la sensualidad que acaba en besos y caricias y -como decía mi suegra (que en paz descanse también)- "después del beso viene eso". No tengo yo muy claro si en "eso" es hembra o macho el "picador", o machihembrado. Si la metáfora es taurina, está claro que "el picado" luce huevos.
Ya en serio... Se considera a Coleman Hawking inventor del saxo tenor. Ben Webster siguió sus pasos dándole a su instrumento una expresividad muy personal. Su timbre resulta inconfundible. Lo ajustó a fines de los años treinta alejándose del estruendo habitual en Kansas City, su ciudad natal.
En 1940 ingresó en la orquesta de Duke Ellington en donde pulió definitivamente su estilo: improvisador descarnado y emocional, casi ronco, en los tiempos rápidos; tierno, sutil y persuasivo en los lentos. La sensualidad de sus baladas es inimitable y Ellington explotó esa vena intimista dejándole sus solos de sabor "mood".
Tras su experiencia a las órdenes del Duke, Webster empezó a tocar en pequeñas formaciones y en los años cincuenta entró en la troupe Jazz at The Philarmonic de Norman Granz, en la que permaneció una década. De ahí procede el material de las Ballads, de este disco que he disfrutado más de cien veces, en el que el inconfundible sonido de su saxo es contestado y arropado por una orquesta de cuerdas. Sus piezas son de distintos autores, entre ellos Gershwin y Ellington, arreglados por Ralph Burns y grabados en 1955.
Ben Webster conservó su sonido seguro y pleno, e intactas sus condiciones hasta el momento de su muerte en 1973.
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