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La decadencia del cine

La decadencia del cine

Alfonso Basallo se pregunta en un ensayo reciente por qué triunfan por doquier las películas basura y por qué no vuelven los años dorados de Hollywood. Podríamos preguntarnos lo mismo en el mundo de la educación: ¿cómo es posible que teniendo más medios que nunca lo hagamos peor que Sócrates o que Jesús, que ni siquieran escribieron nada?

        Todo hace pensar que el séptimo arte ha llegado al fin de su edad de oro (1930-1970) y que será muy difícil que se repita un periodo de esplendor como aquél que generó mitos universales desde la pantalla. Según Basallo, ello se explica por dos motivos, que deseamos comentar brevemente:

        1ª La inflación de imagen. Vivimos permanentemente en una iconoesfera sobresaturada de estímulos. Casi es inútil que los dueños de los bares coloquen varios monitores en los ángulos preferentes de sus locales, casi nadie los mira ya. El hartazgo de imágenes ha empachado tanto el paladar del telespectador, que los guionistas, directores y productores, se han visto obligados, para llamar la atención del público, a elaborar un cine cada vez más efectista y extravagante, tan impactante como vacío, tan

estimulante como efímero.

        2ª La ruptura entre arte e industria. El cine en su edad de oro mantuvo un cierto equilibrio entre calidad y exigencias comerciales... Ese equilibrio se ha roto en beneficio de la industria. El único criterio es la taquilla. El resultado es el "fast film", el cine basura, películas de ver y olvidar.

        El motor de la máquina de los sueños se ha ido apagando y también el carácter mítico de las historias, por la ausencia de dos valores: la poesía y el humanismo –dice Basallo-. No se supone la unidad del orden, y por eso los guiones están llenos de agujeros, resultan previsibles a la vez que inverosímiles, con desenlaces que atentan contra la lógica, al contrario que los guiones de Hitchcock, por ejemplo, que en sus finales ataba los cabos sueltos y desperdigados por toda la narración.

        Respecto a la falta de "humanismo" del cine actual, creo que Basallo podría haber profundizado un poco más en su tesis, de haber reflexionado sobre el fundamento de cualquier humanismo aceptable. Su carácter utópico y ucrónico. No puede hacerse cine que dure, precisamente porque no se cree en lo eterno. Supongo que Basallo no quiere decir que el cine para ser bueno deba ser edificante, moralizante o ejemplarizador. La cuestión es de más

calado. No es posible apreciar lo humano sin un referente más que humano. El hombre sólo vale verdaderamente por sus aspiraciones, por sus modelos, por su real o imaginaria, auténtica o fantástica identidad con lo divino, y el cine actual sólo aspira a que pasemos un rato entretenido, a acelerarnos el pulso o encongernos el corazón por  un rato. Falta auténtica ambición artística, porque ya nadie cree en nada.

        Por eso, los directores no tienen nada positivo que decir, ni siquiera nada que criticar. La crítica, en efecto es un tipo de pensamiento que compara lo real con lo ideal, pero a falta del segundo término de la comparación, la crítica no es más que el gesto escandalizante del cínico: constata nuestra precariedad, pero en lugar de entusiasmar con ello, nos desconsuela, nos paraliza. El cine nihilista puede servir provisionalmente e incluso ser hermoso, como un destello efímero, como un ocaso transitorio. Acepto el modelo magnífico de la cinematografía de Ridley Scott. "Thelma y

Louise"  sería el antiwestern, por lo que tiene de vagabundeo sin

horizontes, de negación de hogar, familia, sociedad, vida.

        El análisis de Basallo parece confirmar una vez más el diagnóstico de George Steiner: el arte declina sin remedio al carecer de una representación de lo sagrado, sin convicción por parte del creador, no puede haber efecto de verosimilitud en el espectador. La fabulación pierde así su credibilidad, la voz tras las voces carece de autoridad y no nos merece confianza, si el artífice ni siquiera cree en la relevancia y valor de su propia obra... Nos damos cuenta desde el primer momento de que aquello es una mentira.

        Sucede que los artistas ya no cumplen con su función profesional, ya no saben mentir de verdad. O diseñan un universo fantástico e infantil sin parangón con el real, o se limitan a documentalizar lo real siguiendo el modelo del "reality show", pegándose al absurdo cotidiano y a la cretinez mediocrática con auténtica óptica de miopes o alucinados. La recreación sublime del presente, del pasado o del futuro, que aunaba lo bello y lo auténtico, se ha esfumado. A falta de ideales, nos quedamos necesariamente

sin ideas y sin arte, sólo contamos con efectos especiales y con un

espectáculo alucinante, hipnotizante, o el espectáculo de la bestia humana semicataléptica, envilecida por el dinero y el enfermizo voyeurismo de sus primos primates, enjaulada en la urna trasparente de El Gran Hermano, que más bien se muestra un grandísimo “primo”.

        Por eso la desconfianza es mutua. Hace tiempo que los directores -hablo en general, desde luego- dejaron de pensar que sus públicos estuviesen compuestos por personas inteligentes, bien formadas, capaces de desentrañar el sentido de una elipsis, como aquella excepcional de Kubrick en su "Odisea del espacio...", que llevaba directamente desde el instrumento-hueso del antropoide a la nave espacial del 2001... Todo ha de estar explícito, como en la pornografía, bien masticadito y predigerido, y sin embargo, ni siquiera hay ya obscenidad alguna, ni auténtica sensualidad, en el revelado de los últimos y más oscuros pliegues de la piel, en el modo en que los sesos se estampan contra la pared después del

disparo, sólo ilusión de realidad, apariencia de realidad, simulacro, no arte, no ficción verdadera. 

 

                   

 

 

3 comentarios

Olo Mosquera -

Tantos argumentos pesimistas me deprimen. Quizás al hablar de la decadencia del cine, entendemos por cine la pantalla grande en una sala pública donde te puedes comer unas palomitas y un vaso de refresco.

Hoy el cine ya no es sólo ese establecimiento comercial. El cine está también en la TDT, el canal digital de pago, el iTunes, etc. Ni por asomo observo una crisis de ideas, temas, profundidad, humanismo o barbarismos. No minusvaloremos lo que hoy se hace, la juventud también reflexiona sobre toda la complejidad existente y los medios de transmisión "cinematográficos" son más amplios que nunca, a todos los niveles y para todos los públicos.

El que no se siente satisfecho que busque la decadencia dentro de sus entrañas y que deje paso.

María Lorenzo -

Hola,

a petición de Jose y de Encar, me atrevo a publicar una entrada en este blog, aunque no lo hago sin cierta resistencia, porque soy muy consciente de que hacer crítica es mucho más sencillo que hacer producción, por humilde que ésta sea.

Respecto al comentario sobre cine, viene a explicar de manera muy sucinta la crisis de ideas, de valores, de originalidad, de intención en general que hay en el cine actual. La industria está muy enferma, máxime cuando abundan los productores (muy lejos de ser profesionales)que sólo buscan ganar la subvención de turno (algo de lo que soy testigo). Esta necesidad de tener una subvención para producir, en realidad obstaculiza la creación de proyectos ambiciosos y maduros, que eviten ideas facilonas y directas, que no caigan en la reiteración, en el explicarse demasiado, en la obviedad que señalaba Jose.

Es cierto que hay una relación directa entre crisis de contenido, y la rentabilidad del cine. Es así desde los años cincuenta. A partir de la generalización del aparato televisor fue necesario llamar al público a las salas mediante efectos que el aparato doméstico no pudiera proveer. Entonces, la imagen se volvió visual, táctil, olorosa, estéreo. Predominaron (y predominan) lo sensitivo sobre lo racional. Pero esto no es más que un hiper resumen resumido de lo que se puede leer en cualquier buen análisis publicado.

Y no solamente es mala la ausencia de cultura (visual, cinematográfica, literaria) del público que atiende en las salas (cuya media de edad está en los doce años), sino que la verdadera peste proviene de que los mismos realizadores no tengan más referente audiovisual que la MTV. Si nuestro modelo es lo efímero por excelencia, así no se puede crear nada que perdure.

La clave del misterio, como observa Jose, es la falta de verosimilitud. Falta de convicción, falta de interés en convencer con razones, pruebas, evidencias, de ofrecer retos que estimulen el intelecto. Porque el papel del espectador no es pasivo, no puede serlo, pero si permitimos que lo sea, estaremos arruinando generaciones enteras de ciudadanos, que ya no saben descifrar un símbolo, ni una sugerencia, ni reconocen una rima visual, en cuanto una película les demanda un poco de nivel.

Una película puede ser táctil, olorosa, auditiva, y estar llena de sugerencias. y no querer regodearse en lo eterno, en lo durable, o hasta en lo plúmbeo. Una película así es, por ejemplo, 2046. Llena de elipsis, de agujeros por los que meterse, de esos pliegues que para Mallarmé significaban el goce. El cine puede ser sensitivo y emocional, sin caer en lo vulgar, lo reiterativo, lo obvio, lo grotesco. Hay que creer en ello.

Encarna Lorenzo -

El cine americano comercial, tal como está planteado
actualmente, indefectiblemente ha de ser efímero, ontológicamente
vacío, hormonal y de una vulgaridad rampante, puesto que los estudios
de mercado concluyen que quienes llenan las salas son jovencitos que solo
se entretienen con imágenes simples, veloces, violentas, de contenido
sexual y lo más parecidas posible a la realidad virtual a que los tienen
acostumbrados las consolas. Su mundo de valores es el que define
argumentos, diálogos, la selección de actores y directores...
Otra cosa es que, por una rara casualidad, Hollywood llegue a producir un film
maravilloso entre mil, o que consideremos el trabajo de productores independientes
que no se guíen solo por criterios puros de mercado.
En cambio, cuando
eran sus morigerados padres o los míos los que llenaban los cines un
día sí y otro también porque no colmaban sus vidas la tele u otras
distracciones varias, los directores se atrevían a adaptar a los clásicos, no se ruborizaban porque sus películas tuvieran un alcance
moralista y hasta didáctico.
Autocensurados, con mucho menos medios materiales pero mucha más imaginación, y con un plantel maravilloso de actores, venidos de
todas partes del orbe civilizado, que no basaban su presencia en la
película exclusivamente en su físico- con todas las excepciones que
queramos señalar-, el celuloide vivió una auténtica edad dorada, la del cine como arte y no como simple espectáculo.
A mí no me gusta especialmente la moralina y el adoctrinamiento, ni
tampoco me entusiasman ciertos aspectos del stars system, pero reconozca que de todo aquello
salió una pléyade de films inolvidables o, al menos, entrañables, y unos verdaderos
iconos para la eternidad. Ahora solo hay anoréxicas con cara de jacas y
tipos duros, todos de usar y tirar. Las actrices, una vez añejas, después de
temporadas de haber aparecido hasta en la sopa, las destinan a papeles de
abuelitas afables, y se acabó su carrera. La que quiere seguir saliendo en la foto
tiene que hacer el ridículo como Sharon Stone, a pesar de su
coeficiente intelectual de 160, o infantilizarse hasta extremos ridículos y
contrarios a todo arte escénico, por la pérdida de la expresividad
facial.
Lamentablemente, el buen cine se acabó en torno al año 1995. Al menos es mi opinión.