El príncipe de los médicos
Gilbert Sinoué. Avicena. Título original: Avicenne ou la route d'Ispahan (1989), traducción de Manuel Serrat Crespo, Ediciones Folio, Barcelona 2000.
Encantadora, esta novela histórica. El mundo que nos describe nos resulta completamente exótico y remoto, heroico y legendario. El padre de Avicena procedía de lo que hoy llamamos Afganistán. Su madre, de origen judío, hablaba parsi. Abú Alí ibn Sina era un persa bilingüe árabe y parsi) con un talento extraordinario para todos los campos del saber. La obra está construida sobre una buena documentación y contiene su pizca de sal y de pimienta: medicina, filosofía, algo de mística y una erótica muy francesa. La vida de Ibn Sina transcurre como una peregrinación y una huida, hacia el sur, desde Bujará, Gurgandj, Gurgan, Raiy, Ardabil, Hamadhan, hasta Isfahán, desde el mar de Jwarizm hasta el mar de Fars, al que no llegará a asomarse jamás.
Avicena, príncipe de los médicos, cuya sabiduría y prudencia deslumbraron a todos los hombres, ya fueran califas, visires, príncipes, mendigos, jefes guerreros o poetas, allá por los finales del siglo X y el principio del siglo XI de la era cristiana.
El libro me ha sacado de un viejo error. Se suele decir en los manuales de historia de la filosofía que Avicena dijo haber leído cuarenta veces la "Teología" de Aristóteles sin entender ni papa. Se suele decir esto cuando se comenta el feo estilo de la Metafísica, debido a que Andrónico de Rodas, su primer editor, debió recoger en esta obra escritos "acusmáticos" (tomados al oído de las explicaciones de Aristóteles por alguno de sus discípulo o varios). También es posibl o a que los ce que los catorce libros de la Metafísica (o Teología) de Aristóteles fuesen una especie de esquema usado por el Estagirita para sus clases del Liceo.
Sea como fuere, la anécdota no se refiere propiamente a ninguna obra de Aristóteles. En realidad, lo que Ibn Sina tenía por la "Teología" de Aristóteles eran algunos extractos de las Enéadas de Plotino, atribuidas erróneamente al filósofo clásico. Al parecer, ese error de atribución gravita sobre toda su obra. Avicena debió quedar perplejo ante las incongruencias entre el idealismo de la teología plotiniana y el realismo científico del resto de escritos que conocía de El Filósofo, cuyo empirismo apreciaba como médico. Según Gilbert Sinoué, Avicena prefería creer que era él quien se equivocaba. Es posible -afortunada paradoja- que el pensamiento de Avicena fuese estimulado por estas contradicciones y tensiones debidas a los azares de la transmisión oriental de la cultura griega.
He subrayado un pasaje en el que se describe la discriminación que sufrían los cristianos, judíos, e infieles y extranjeros en general, en los territorios islámicos en aquella época. El término era 'dhirmmi'. Por ese apodo se conocía a quienes obtenían por breve tiempo el derecho de permanecer en tierra del Islam. Tras la palabra se ocultaban una serie de jugarretas y medidas vejatorias, desde la prohibición de vestirse a lo árabe... hasta el pago de un impuesto. Pero lo más molesto era, sin duda, la obligación de llevar una señal distintiva: para el judío era un chal amarillo; para el cristiano, un cinturón de color negro. Estos signos discriminaban como "bárbaro" a quienes marcaban.
A este respecto, se cita un versículo del Corán desprovisto de toda ambigüedad: «¡Oh vosotros, los creyentes! No toméis por amigos a los judíos y los cristianos, son amigos los unos de los otros. Quien los toma por amigos es de los suyos. Dios no dirige al pueblo injusto.» El propio Avicena tuvo que padecer el baldón del origen hebreo de su madre.
También se cita no obstante la sura tercera: «Decid: Creemos en Dios, en lo que nos fue revelado, en lo que fue revelado a Abraham, Ismael, Isaac, Jacob y a las tribus; en lo que fue entregado a Moisés y a Jesús; en lo que recibieron los profetas de parte de su señor. No tenemos preferencia por ninguno de ellos: ¡estamos sometidos a Dios!». Se me escapa el motivo por el que se cita este pasaje como versículo 136. En mi ejemplar del Corán (ed. de Julio Cortés), lleva el número 84: «Di: "Creemos en Dios y en lo que se nos ha revelado, en lo que se ha revelado a Abraham, Ismael, Isaac, Jacob y las tribus, en lo que Moisés, Jesús y los profetas han recibido de su Señor. No hacemos distinción entre ninguno de ellos y nos sometemos a Él"».
José Biedma
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