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Ovejas eléctricas

Ovejas eléctricas


Dicen que Philip K. Dick acabó convencido de que nuestra época era el eco agónico del imperio romano. La globalización no sería sino un efecto necesario del imperialismo. Pero Philip K. Dick acabó creyendo también que él era la proyección mental de un martir cristiano. En cualquier caso, sus replicantes son extrañamente inferiores a las recreaciones cinematográficas de Ridley Scott en esa obra maestra que es Blade Runner.

Para mí, más preocupante aún que la ambigüedad y la simbiosis hombre-máquina -o mujer-máquina (la cirugía estética funciona como burka de la femineidad occidental)- es la anticipación magistral o profecía del poder espectacular que cobrarían los publicistas ("creativos") en nuestra época, descrita por Frederik Pohl en La guerra de los mercaderes. Mentes cuyas necesidades, deseos y adicciones son producidos y modificados industrialmente, mediante mecanismos cada vez más poderosos, subliminales e insidiosos.

Estamos de acuerdo con Andrés Ibáñez: es una pena que la extraordinaria imaginación de Philip Kinched Dick (1928-1982) sobrepase con mucho su nerviosa y descuidada prosa. Esto se nota sobre todo en ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? (1968), que sirvió de pretexto a Ridley Scott para su genial Blade Runner. Esta obra trasciende el conflicto entre lo natural y lo artificial y, en cierto sentido, lo supera.

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