MALABARISMOS DE JOSEFINA MARTOS PEREGRÍN

Cábalas y Cuentos desobedientes
La Cábala o Kábala es una tradición mística judía que busca descubrir las dimensiones ocultas de Dios y de su creación a través de interpretaciones esotéricas de las Biblia hebrea (Tanaj), jugando con los valores numéricos de sus letras hebreas (gematría) y con otros símbolos. Los dígitos son clave en su sistema de comprensión. Aunque sus orígenes son antiquísimos y están asociados a diversas teosofías del Medio Oriente (Siria y Persia), al mazdeísmo, al parsismo, al maniqueísmo…, la Cábala no se ordenó hasta los tiempos medios y fue un judío español, Moisés de León, quien la sistematizó en el Zohar, escrito del siglo XIII.
Tanto en la Cábala como en la Gnosis, la eternidad se identifica con un Dios oculto o Padre ignoto (Páter agnostos) del que emanan espíritus buenos y maléficos (devas). Me consta que estas “quisicosas” gustan a Josefina Martos Peregrín, la escritora de Cuentos Desobedientes (2024), cincuenta relatos cortos, ni uno más ni uno menos, en los que las gatas piensan, los animales se conjuran y hermanan con las flores, los muertos resucitan para demostrar que existe el más allá, los que aman mucho recuerdan bastante y no suelen anticipar la vejez, Caperucita sueña con ser loba esteparia sin lograrlo, niños avispados se plantean dilemas morales, entes de razón maduros se pelean con su sombra…, y hasta deambulan por estas páginas bichos raros, como “miraciagos” de mortal aguijón y una bicha diabla en busca del éxtasis, sueños que se traga el sumidero urbano “como desaparece lo visible devorado siempre por lo invisible”…
Mas en “Tiempo al tiempo” sostiene la autora que Ícaro, el temerario hijo de Dédalo, no murió por querer volar demasiado alto, sino que tuvo la suerte, cuando cayó al mar, de que una sirena se prendara de su apostura y besara sus carnes morenas, siendo así que curó sus heridas con bálsamo de perlas y emplastos de lava recién fundida. Revela Josefina que “se amaron, procrearon y dieron inicio a una estirpe de criaturas apasionadas por deseos imposibles”. Sucedió tánto porque los griegos nunca creyeron en la esterilidad de los híbridos, y por eso poblaron el mundo con formas mixtas, fecuntas y extravagantes.
Algunos de estos relatos tan bien contados se elevan en angelical vuelo de prosa poética (“Música en vuelo”), otros reivindican la existencia real de ogros y brujas perversas, la existencia del Mal, nada banal (“Dicen que no existen”). No falta una diatriba contra pedantes engreídos, esos “estúpidos adulterados por el estudio” (Unamuno) que enseñan los “entresijos del remilgo” y “amerengan el gesto” y se agotan en las universidades "escalando pedestales para nada", con enpaque grandilocuente, y que acaban asemejándose a los políticos, con quienes comparten secretamente la máxima de tapar un error con otro mayor. Engreimiento y nula capacidad autocrítica también emparenta a ambos gremios, como su continuo afán por pasmar al prójimo y su extremado gusto por el disfraz y la máscara. ¡Pobrecitos!, se lamenta nuestra autora, pues no los envidia, antes los compadece: ¡Bastante tienen con ser como son!
En su Introducción, Josefina Martos cuenta entre otros esoterismos que el número siete es número que propicia la introspección y la sabiduría. En verdad, Josefina no acepta más reglas que las del juego, de ahí que esta colección añade a sus relatos unos curiosos malabarismos en su segunda parte.
Aventurismos y Rescates
El juego es una cosa seria, no solo en la infancia, ¿acaso no somos el animal que puede seguir jugando hasta las ultimidades de la vida? Y tal vez aún después. El juego –como dice Josefina– requiere pasión y acatamiento del código. Me resultan éticamente sospechosos los que no quieren jugar o no saben perder en el juego; y necios quienes juegan por dinero y no por el placer de jugar, el de medir y medirse en el juego.
Las prestidigitaciones verbales de Josefina son de dos clases: los aventurismos, textos con palabras que, como su título, contienen las cinco vocales y los Rescates. Estos tejemanejes con palabras tienen su tradición literaria, experimental y próxima al Surrealismo y a la Patafísica. Su piedra angular es la restricción, la limitación voluntaria como estímulo creativo. Su antecedente histórico en el Taller de literatura potencial, movimiento iniciado en París en 1960 bajo el liderazgo del escritor Raymond Queneau y del matemático François Le Lionnais. Diré de paso que algunos autores españoles, antes que Josefina, tuvieron relación con el humorismo subversivo del taller OuLiPo (Ouvroir de Littérature Potentielle), tal el caso de Joan Miró y Fernando Arrabal, este último ha sido miembro activo del Collège de Pataphysique y nombrado "Transcendente Sátrapa". Su obra, caracterizada por el humor negro, lo absurdo, la provocación y la exploración de temas tabúes, se alinea claramente con los principios patafísicos. En la actualidad Enrique Vila-Matas ha mostrado una sensibilidad próxima a la metaliteratura y al espíritu humorístico de la patafísica.
Otra habilidad que debemos agradecer a Josefina es la de recuperar en sus “Rescates” hermosas palabras olvidadas, “vocablos arqueológicos” que le “chalan”. Me he propuesto mandarle a Mónica Fernández-Aceytuno, escritora, bióloga y académica de la naturaleza, aquellas expresiones que refieren a realidades naturales y medioambientales. Mónica lleva años recopilando con gracia las voces olvidadas del campo nuestro y de nuestro horizonte natural, ese “campo de sentido” –que diría Markus Gabriel– en el que habitamos incómodos sin darnos mucha cuenta de que es nuestro útero verdadero, sin pararnos a contemplar sus enigmas, admirados y agradecidos.
Palabras como “zarzaganillo”, diminutivo de zarzagán, que es el viento cierzo que causa tempestades o provoca un “argavieso”, que es un turbión o aguacero fuerte, de esos que producen el “barrujo”, acumulación de hojas secas de pino que suelen cubrir el suelo de los pinares. Allí donde entre montes corta el “congosto” (desfiladero) que conviene dar de lado como “alcorce” (atajo). Nombres que son alhajas para el poeta barroco, como “neomenia”, primer día de la luna nueva, que usa Josefina como título de su quinto “rescate”.
No se muestra la autora “saturnina”, sino más bien inventiva, satírica, algo melancólica a veces, pero también jovial en sus sofisticados juegos malabares. Me permitiré aquí reproducir dos de sus “aventurismos” para diversión y solaz del lector inteligente:
CAPERUCITOS ROJOS
Abrenuncio de los republicanos que comunistean mientras configúranse un auténtico pijoestatus, de su entusiasmo discurseador, de sus cachiruleos y buhonerías, de sus alusiones a la depuración, fusiladores desubicados, aburridores de la concurrencia, caperucitos cabecihuecos.
Bien cumplimentado sea su infernáculo y a ellos los burocratice un dictadorzuelo freudiano y regulativo, urticáceo y curialesco.
EL DESEO
Eufrasio, el butifarrero, a la cincuentona teutónica, que recién había enviudado, persuasivo le dijo:
– Vuestra volumetría en desnudación quisiera.
Ella, irresoluta pero sin ruborizarse:
– Lengüilargo sois.
– Y presunciosa vos.
– Y vos demasiado barbiluengo.
– Sea, pero ¿copularéis conmigo?
– Lunaciones habrá y se verá…
– ¿Así me torturaréis?
– Andá a hacer abluciones, que ya me estáis aburriendo!
– Culihermosa, si con vos no interactúo, pulverizado me veo.
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