FISURAS
Tiene razón Dimas Mas: la aforística vive una época de esplendor. Twitter es una red social que favorece el subgénero del aforismo de la literatura gnómica, híbrido entre filosofía y poesía. La limitación de extensión de esos “trinos” que se articulan breves con palabras favorece el pensamiento sintético. Buscando afinidades electivas, como suele suceder, fue en Twitter donde conocí a Francisco M. Ortega, excelente aforista como ha demostrado este año con la autoedición de sus FISURAS, que son grietas en la dureza del pensamiento acorazado (por decirlo con sus palabras), que son también metáforas de la incertidumbre en la que, valientemente, se halla instalado, remojando dudas, en lugar de dejarse encarcelar por certezas.
Es verdad, creer en uno mismo es el único dogma al que debiéramos conceder cierta licencia. Son también las citas fórmulas concisas del argumento de autoridad y aprecio que Francisco M. Ortega cite con discreción y desaparpajo a autores que me son muy queridos: Stanislaw Lem o Alice Munro, y me complace que resucite a los segundones del helenismo: Arcesilao, Onesícrito, Diágoras de Melos, Filónides, Timón de Fliase, etc.
Tal vez la fragmentación del pensar, tan característica de nuestra posmodernidad, se muestre en la multiplicidad polifónica de un sujeto desmenuzado en pantallas y puede que escribir sea como dar la palabra a esa multitud de personajes que nos habitan. La imprecisión, la ambigüedad, el enigma, son entonces síntomas de quien se siente y sabe con un “corazón zurcido”. Sí, el aforismo puede ser ese hilo que enhebra facetas en la obscuridad, una llave que abre mentes; el apotegma, un clavo contra la madera de la ignorancia para aportarle lucidez, el desarrollo de una síntesis sin final, como un pensamiento enamorado de sí o una reflexión que revive al muerto que nos habita.
Las rotundas frases de Francisco M. Ortega son memorables, instructivas e ilustrativas respecto a diversos temas esenciales: la educación, la vida y la muerte, la memoria… Memoria (Mneme o Mnemosyne, madre de las Musas), cuyo fruto más delicado es la inspiración. Su escritura se moviliza contra la prisa y a favor de la calma, contra la espera sin esperanza y a favor del humor, contra lo megaloso y a favor de lo minúsculo donde resultan importantes los detalles, contra lo enrevesado y a favor de lo sencillo; sencillez, que no simpleza; contra la queja que es síntoma de cobardía, más que de auténtico sufrimiento. A favor de la amabilidad y de la imaginación. Con Lastenia de Arcadia (la griega que acudía a la Academia platónica vestida de hombre), lamenta que la libertad de pensamiento conduzca tantas veces al exilio y la soledad. Contra el pensar y el sentir zombi, contagiado por la Internacional Publicitaria, trina Francisco a favor del papel consolador de la poesía y la utilidad del rumiar la cita o el adagio.
Como diría el hombre sin atributos y sin partido: el hombre disponible que piensa por su cuenta termina por hacerse miembro de una sociedad desordenada, la Fundación del Espíritu. Puede que dicha sociedad no alcance más allá del nombre propio y “una manita” de buenos amigos cómplices. Efectivamente, el universo es inmenso e ininteligible es su sentido y sólo somos como niños que balbucean posibles significados aprendiendo a dibujarlos, y la vida, con ser su sorprendente accidente, es misterio que el tiempo devora. Uno, en efecto, descreyendo, va pelándose como una cebolla hasta quedar desnudo ante la nada, la nada que ya fuimos antes de nacer. La rabia que sentimos ante la pérdida de un ser querido es también la revelación de nuestra intrascendencia, esa lucidez que se esconde bajo la cama cuando el orgullo gallea soberbio sobre un montón de estiércol.
Contra el famoseo, el héroe cotidiano, ese que, consciente de que no puede eliminar el sufrimiento ni el dolor del mundo, se esfuerza al menos por no añadir más dolor al mundo. Conmueve que Francisco no moralice y excuse admoniciones apocalípticas desde la humildad de quien se reconoce insignificante y perecedero, pero que -como Pascal- proclama también con enjundia filosófica bien meditada la grandeza del discurrir humano, pues "hasta un átomo hace sombra". Ciertamente, en esta época de patologías narcisistas, "la humildad es curativa"; la claridad, poder; y la mayor sofisticación se consigue desde la sencillez. "No merece el nombre de filósofo, sino el que recibe las injurias con tanta serenidad como los halagos" -dice citando a Bión de Borístenes.
En lugar de hablar de liquidez como Zygmunt Bauman, Francisco M. Ortega prefiere hablar de volatilidad: la volatilidad de la existencia es mucho más seria que la de las acciones o las costumbres. Observa el aforista con agudeza cómo las sociedades opulentas muestran una inercia mayor a la pérdida de privilegios, endurecen sus principios morales…, envejecen, se hacen conservadoras. Pululan en ellas los enjambres de cuidadores, terapeutas y dentistas, como indicadores sociales de la inútil lucha contra la volatilidad de la salud, tesoro de la juventud.
Al final, el Espíritu de la Incertidumbre, como el de la Perplejidad muguerciana, guarda más preguntas que respuestas. Se vuelve sereno en el desasosiego (que magistralmente expresó Fernando Pessoa), se insomete y resiste leyendo, descuartizándose en palabras por las ventanas de luz, virtualizadas en los monitores como un monólogo interior que no cesa. A fin de cuentas y por inútil que parezca, como su belleza, eso de reflexionar y describir la mariposa de aceite de lo reflexionado enseña que “nadie es feliz de la misma manera” y puede que esa sea la demanda o el ruego ("¡quiéreme!") si cabe también decir que venturosos son aquellos que más afecto y cariño reciben. Hace ruido el niño para llamar la atención y no aburrirse con nosotros. Juega al ajedrez con las palabras. Y ¡hay de aquel que no sepa conservar esa seriedad con la que juega el niño!
No tengo más remedio que sentir afecto y estar agradecido por quien me regala así otra forma de leer la realidad y me da qué pensar. También a mí me gustaría preciarme de leer para aprender a refutar mis convencimientos cuando más bien uno suele hacerlo para confirmarlos. Estos relámpagos de lucidez, estas chispas de ingenio, esos rayos de indignación y truenos de contrariedad –como dice Midas Mas en su ultílogo- nada tienen que ver con la prédica pulpitesca y el moralismo neopuritano que padecemos, ¡es tan difícil corregir sin molestar! No será Francisco quien caiga víctima de sus propias creencias si, como Platón, está siempre dispuesto a someterlas a revisión, en la sombra de lo incierto.
Notas
Fisuras está a la venta en Anmazon: https://www.amazon.es/Fisuras-Aforismos-Francisco-M-Ortega/dp/B09X4Y5VPL
Véase "Incitación al aforismo",. JBL. Alfa (Revista de la Asociación Andaluza de Filosofía) Vol. 1, nº 1, pgs. 71-73. Puede encontrarse una copia de este artículo en el blog Palabras en el Tintero:
http://palabraseneltintero.blogspot.com/2008/03/aforismos.html.
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