ALEGRE Y SOMBRÍO
Shostakovich, indiscutible genio de la música universal, compuso catorce cuartetos para cuerda, casi todos en su madurez creadora. Al número 1 lo subtituló Tiempo de primavera y es un divertimento relajado e irónico, danzarín y alegre.
Sin embargo el número 3 (1943) guarda relación con su Novena sinfonía (como el primero con la Quinta) y es obra obscura, dramática, expresiva y sombría, como los restos de un gran incendio -y puede que los de estos días que asolan España sean precisamente los que me hayan llevado a su reaudición instintiva, a sublimar estéticamente el dolor, para conjurarlo... La perfección sincrónica y diacrónica de su música, la de este cuarteto en Fa mayor, nos lleva desde una marcha grotesca a una delicada cadencia final.
Me pregunto cómo hubiera sido la música de este originalísimo ruso sin las constricciones que le impuso el estalinismo, si hubiera sido más innovadora aún, y me pregunto también si la censura no será, en algunos casos, un factor que acentúa la complejidad, la melancolía y la belleza de las obras que ensayan burlarla.
Hace poco descubrí que el famoso vals de Shostakovich que usó Kubrick en su excéntrica última película (Eyes Wide Shut, 1999) fue inspirado por una canción anónima, un vals popular que cantaban las tropas de la guerra incivil española: "Una mañana de mayo"..., cogí mi caballo y me fui a pasear / tuve que cruzar la ría de Villagarcía / que es puesto de mar... / Yo te daré, te daré niña hermosa / te daré una cosa / una cosa que yo solo sé... ¡café!.
Por lo visto este "café" era sigla falangista en clave. Paradójicamente la canción debió llevarla a Rusia un brigadista. ¡Contradicciones de la vida! O, lo que los surrealistas llamaron "azares significativos". La partitura de esta copla anónima, "Una mañana de mayo" la interpreto con gusto al acordeón desde hace muchísimos años, ahora como más gusto todavía.
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