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SIGNAMENTO

EL MONO AZUL

EL MONO AZUL

Conocía a Aquilino Duque Gimeno (1931-2021) por sus ensayos, publicados bajo el título de El suicidio de la modernidad (1984). Me sorprendió su hábil empeño en nadar contracorriente y la rotundidad categórica de sus juicios: "El nihilismo de la juventud respondona se ha disuelto en el hedonismo de la burguesía permisiva". Su revisión crítica de la cultura contemporánea no deja títere con cabeza y ha sido acusada de reaccionaria: "Para el pueblo la libertad es el derecho a orar, para la masa el derecho a embestir y para el hombre el derecho a pensar". Parafrasea en esto a don Antonio Machado que habló de esa "España inferior que ora y embiste cuando se digna usar de la cabeza"... Aquilino matiza:"El pueblo nunca ora y embiste a la vez; cuando embiste no ora y cuando ora no embiste".

Su denuncia del "fetichismo igualitario" y chabacano me pareció entonces acertada: "La sed de instrucción es por sí una sed aristocrática". Sevillano y cosmopolita, Aquilino explicaba cómo hoy se tergiversa a Nietzsche para no irritar a los borregos del rebaño socialista ni a las ovejas del cristiano, y por eso se lo convierte en precursor del rebaño anarco-hedonista.

Es interesante su tesis sobre las bombas atómicas lanzadas por Usamérica. Según Aquilino no fueron lanzadas para obligar al Japón a rendirse, cosa que ya desde abril intentaba el Emperador nipón a través de su embajador en Moscú, sino para hacer de la victoria en el Pacífico una victoria exclusivamente americana, pues ya Stalin pensaba intervenir y reclamar a costa de Japón lo que había obtenido a costa de Alemania...

"Las bombas atómicas fueron, pues, dos advertencias a Rusia, dos recordatorios del poderío militar norteamericano en el enfrentamiento que fatalmente se avecinaba entre la patria del socialismo y la del capitalismo."

Aquilino Duque es un autor incómodo tanto por su inteligencia como por la contundencia hiperbólica de su prosa, tan andaluza. No se casa con nadie, es un lobo solitario que armoniza la ironía socrática con la guasa andaluza, llevándola a veces al sarcasmo. Adopta la distancia del erudito con una severidad moral inusual, por ejemplo cuando compara la decadencia de Roma con la de las democracias actuales, según las causas señaladas por Gibbon: el descrédito de la dignidad y santidad del hogar familiar y el aumento de divorcios; el aumento de los impuestos y su gasto en pan y circo (o subvenciones y espectáculo); la obsesión por el placer y el carácter brutal de los deportes; la acumulación demencial de armamento con el enemigo ya dentro; la descomposición de la religión...

Aquilino piensa por su cuenta y riesgo, ácido e inconformista.

Espigué luego algún poema suyo:

<< Realidades

No es posible que todo salga bien. / La vida es lucha y el pasado un cuento / contado por un tonto. / Uno acierta una vez de cada cien, / y no por ser más rápido o más lento / se sale antes o se llega pronto. // La gente es lo que es; no nos hagamos / con ella muchas ilusiones, / que para llamar jefes a los amos / se han inventado las revoluciones. // ¿La fe? Sí, por supuesto. / Y la esperanza. Y el amor. / Y andar por esos mundos con lo puesto, / y ser buen perdedor >>

Y hete aquí que desmantelando la biblioteca de mi cuñado Nicolás Trillo, que en paz descanse, he encontrado una novela del autor sevillano El mono azul (1974) que fue finalista del Premio Nadal y galardonada con el Premio nacional de Literatura. Umbral dijo de esta que es "resumen de la mejor prosa española", al menos de aquella, de la de su tiempo, está por ver que la de este siglo sea mejor.

El mono azul retrata la vida de un círculo de personas, de arriba y de abajo, jornaleros y señoritos, antes y durante la guerra civil española. Me ha dejado prendado la trajedia de Tobalo, un pastor que esculpe en sus ocios figurillas de animales con navaja y corcho, contento con su suerte y fiel a sus señores, al que su salvaje hermano integra en el frente rojo y que, por ver a su madre, deserta y se pasa a la zona "nacional" y al fin es fusilado sin contemplaciones, sin la piedad y el perdón que pidió Azaña al final de sus días...

El mono azul es un símbolo. Cuando estalla el conflicto incivil la ciudad (Sevilla) se llena de camisas de diversos colores y circular por ella es jugar a la ruleta, a la rusa, pues no se sabe el color que priva en cada barrio y te juegas la vida en ello, "afortunadamente había una prenda ambigua, genérica, el mono azul, válida para tirios y troyanos". Era pues el mono azul...

"uniforme común de vendedores y vencidos, prenda que igualaba y nivelaba al que iba a matar y al que iba a morir y al que no sabía su suerte y que en todo caso no quería ensuciarse sus mejores ropas. El mono azul era el hábito de una cofradía, de una hermandad, de una fraternidad de víctimas y victimarios. No importaba que se rompiera o se manchara; era a la vez mortaja y traje de faena, y el que lo llevaba sentía como si al despojarse con su ropa de paisano, de sus escrúpulos civiles, dejara de ser quien era para ser otro, un hombre nuevo, el de la nueva era o la España nueva...".

La guerra es para Aquilino el disparate por antonomasia. Ya Erasmo decía que es tan mala que la hacen mejor lo peores, como el oportunista y cruel hermano de Tobalo que le arrastra a la matanza, o el falangista estúpido que gallea y pistolea para olvidar sus impotencias y que no hace nada por el inocente Tobalo, al que colocan un mono azul para fusilarlo.

– "¡Quiera Dios que en España nadie tenga que ponerse más un mono azul!" –acaba diciendo el protagonista Ignacio. Ni para salvar la vida ni para perderla.

(Ilustración generada por Copilot, Bing IA)

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