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Literatura

MONELLE Y SCHWOB

MONELLE Y SCHWOB

SINOUSÍA

Una ramerilla consuela al intelectual arruinado. No sólo le murmura al oído, también le instruye... Le anima a destruir cosas para hacer lugar a las almas, revelando que los escombros del bien y de mal son similares. Toda creación proviene de la destrucción. Es lástima, es horror, que para lograr la bondad superior haya que aniquilar la bondad inferior, pero no es posible hacer una tortilla sin romper un huevo. Toda construcción está hecha de ruinas.

Monelle, la pequeña prostituta, habla de la (trans)formación y de cómo las almas desechan las formas antiguas, así como las serpientes sus viejas pieles. Un nuevo dios sustituye el viejo. Es el dios del momento; manda que dejes ir a tu yo al capricho del instante, porque todo pensar y decir es contradicción. Sus susurros figuran el nadismo simbólico, su esplín.

Todo deseo que dura, ¿no desespera? Por eso hay que pagar para que nos llegue pronto el producto de los grandes almacenes. Mata el deseo, no esperes, que no crezca.

"Toda sinceridad que dura es mentira" –confiesa con franqueza Monelle. Sin embargo, ¡ay!, todo momento, pauta de lo eterno, es a la vez cuna y ataúd.

"Sé como las rosas: ofrece tus pétalos para que los arranquen las voluptuosidades y las pisoteen los dolores. // Que todo éxtasis esté en ti agonizante y que toda voluptuosidad desee morir. // Que todo dolor sea en ti como el paso de un insecto que va a volar. No te cierres sobre el insecto roedor. No te enamores de esos cárabos negros".

Ningunos tan pioneros en primavera como los escarabajos de sudario, mejores voladores de lo que podría parecer a la vista de sus élitros primeros, endurecidos. ¡No te enamores tampoco de las cetonia dorada, aunque fascinase a Jung!

Impera Monelle y nos recuerda el mandato senequista: "No resistas a la naturaleza", o la naturaleza te arrastrará. "Considera toda cosa incierta como viviente y toda cosa segura como muerta".

¿Cómo sabe tanto esta joven furcia? Su alma se ha fundido con la de Marcel Schwob. Llamemos a esa fusión de almas  Sinousía. ¿La jovencita es devota del Amor fati? Sólo anhelante infantil de asombros. Tal vez por eso pide que reflexionemos sobre el crecimiento de nuestras uñas (mejor que sobre lo que contienen las de la mujer violada que arañó a la bestia). Y desecha el mandamiento délfico, por eso dice: "no te conozcas a ti mismo..., olvídate de ti mismo". Mas llama la atención sobre lo que importa, ese momento de plenitud, tras el cual Monelle queda en silencio y triste, pues ha de regresar al seno de la noche.

Las hermanas de Monelle protagonizan relatos significativos, facetas de su espíritu, de su infancia perdida, de su infructuosa campaña de sentido. Egoísta, voluptuosa, perversa, decepcionada como quien espera arrivar al País de los milagros y, salvaje, enamorada fiel, predestinada, soñadora...

Como Marjolaine, que es hija de un padre narrador y constructor de sueños que le deja como heredad siete cántaros de arcilla descoloridos sobre el hogar, que ella supone llenos de misterios dichosos y de genios poderosos. No deja de admirar estas piezas que dejó su padre al morir por todo legado, semejantes a un arco-iris hueco, que tal vez contuvieren frutos de rubí, ciruelas de amatista, cerezas de granate, membrillos de topacio, racimos de ópalo y bayas de diamantes. Pudiere ser que la enigmática Lilith hubiera volcado todo el cielo del Paraíso en el último de los cántaros...

La nodriza anima una y otra vez a que Marjolaine case con Juan, un chico honrado que la pretende, pero la soñadora espera a un príncipe. "Cásate con Juan y lo harás príncipe" –dice el ama sagaz. La joven se negaba y durante el día le parecía oír gemir y cantar los sueños que contenían los siete cántaros. Y durante la noche arrojaba granos de arena sobre esas tinajas para conjurar sus secretos.

Juan dejó de visitarla y la nodriza murió. Marjolaine envejeció... Hasta que...

"una noche de luna llena la soñadora se levantó y cogió un martillo como una asesina. Golpeó furiosamente los seis primeros cántaros; por su frente corría un sudor de angustia. Los recipientes crujieron y se abrieron: estaban vacíos. Vaciló frente al cántaro en que Lilith había volcado el Paraíso violeta; luego, lo asesinó como a los otros. Entre los despojos rodó una rosa seca y gris de Jericó. Cuando Marjolaine quiso hacerla florecer, se dehizo en polvo".

***

Muy diferente de Marjolaine fue, como insensible, la princesa Morgana, que no cesaba de mirarse en los espejos. No amaba a nadie y deseaba amarse a sí misma; cuando miraba a otros, en sus miradas se observaba a sí misma, aunque sabía que los dobles amenazan de muerte, que del espejo de Ilsée salió otra Ilsée que mató a la anterior, pero ella no teme a su imagen, pues, cándida y velada, la crueldad y la voluptuosidad le son desconocidas. Las pesadas capas de azogue no muestran a Morgana como es en realidad. Ella quiere reconocerse del todo para amarse infinitamente.

Los agrománticos de su país le fabricaron un espejo negro y líquido (black mirror) en el que Morgana ve una posada blanca que guarda un espejo definitivo, con tres ventanas. De una de ellas cuelga un gran anillo de bronce...

No acabaríamos estas anotaciones si relatáramos las vicisitudes del largo viaje que la princesa hizo a Occidente con un cortejo nutrido y buena bolsa, en una litera cuyas paredes interiores estaban cubiertas de espejos preciosos. 

Por fin, tras muchas penalidades y frustraciones, a la entrada de un desierto descubrió la Posada del anillo. En su interior se había cometido un crimen sacrílego. Tras derribar un tabique, Morgana descubrió una fuente de cobre batido, llena de sangre líquida que cotempló con ardorosa mirada...

Nadie sabe qué vio la princesa en el espejo de la sangre, pero con el tiempo se la llamó Morgana la Roja, famosa cortesana y terrible degolladora de hombres.

***

Monelle, sublimada por el genio simbolista de Marcel Schwob, escritor de escritores, como carcelera y como enfermera, duerme con los labios entreabiertos sin cesar de pronunciar buenas palabras. Cuando el escritor la vio por primera vez, en sus ojos de agua se movían los pensares como sombras de plantas. Tejía su capullo como un gusanillo con lo que amaba, pequeña urna sedosa en la que se acurrucaba contra lo invisible.

Schwob (1867-1905), adorado por los surrealistas, maestro de la estética simbolista, enfermizo y extravagante al que servía un criado chino... Apollinaire le describe rodeado de perritos pequineses, ya mayor, como un Napoleón derrotado. Enorme erudito, excelente traductor de Shakespeare, se miraba en François Villon, alma rebelde del siglo XV, pícaro de pluma de oro, el poeta mendigo que sentía predilección por los marginados, humildes, descastados...

Por eso Schwob desea un Reino Rojo en el que todas las prostitutas sean libres y muchas jovencitas se harten de golosinas y de lujuria. Un país en el que mujeres de ojos ennegrecidos lloran sobre embarcaciones cargadas de opio y varios piratas entierran en islas remotas cofres cargados de esmeraldas. Lo malo es que amanece y clarea..., y despierta en medio de las tinieblas de un Reino Regro poblado de reyes que se creen reyes y que lo obscurecen con sus obras y mandatos.

Pero Monelle exige un Reino Blanco que su inocencia conoce. Así que Marcel olvida y su inteligencia se torna profundamente cándida y pregunta dónde está la llave del Reino Blanco. Sin embargo, la que le hablaba dentro de su cabeza permanece taciturna. Resucitada como Louvette nos hace saber que "ha llegado el tiempo en que la mentira ocupa el lugar de la verdad" y nos estimula a ser felices con las mentiras enseñando la ignorancia, la ilusión y el asombro del niño recién nacido.

Entre muchos niños blancos, Louvette cuenta el arte de asombrarse sin parar con cada florecilla que brota, nueva, en los campos verdes...

"Para nosotros, todo deseo es nuevo y no deseamos sino el momento feliz"

A pesar de la tentación de entregarse por completo al olvido, en el último momento Louvette recordó y reconoció a Marcel...,

"prefiriendo amar y sufrir, vino a mí con su blanco vestido y los dos huimos a través del campo."

***

El Libro de Monelle se publicó en 1894. La obra (1894) fue consecuencia de la muerte de Louise, prostituta ocasional, de la cual Monelle es encarnación literaria. Schwob la trató durante años. La conoció con doce y Lousie murió de tuberculosis con 25, en 1893.

Schwob compuso una serie de cuentos para ella, que se fueron volviendo más obscuros con la agravación de su enfermedad, son las prosas proféticas de tiembre profético que conforman el libro, abierto en su final, que he citado, a un atisbo de esperanza.

EL MONO AZUL

EL MONO AZUL

Conocía a Aquilino Duque Gimeno (1931-2021) por sus ensayos, publicados bajo el título de El suicidio de la modernidad (1984). Me sorprendió su hábil empeño en nadar contracorriente y la rotundidad categórica de sus juicios: "El nihilismo de la juventud respondona se ha disuelto en el hedonismo de la burguesía permisiva". Su revisión crítica de la cultura contemporánea no deja títere con cabeza y ha sido acusada de reaccionaria: "Para el pueblo la libertad es el derecho a orar, para la masa el derecho a embestir y para el hombre el derecho a pensar". Parafrasea en esto a don Antonio Machado que habló de esa "España inferior que ora y embiste cuando se digna usar de la cabeza"... Aquilino matiza:"El pueblo nunca ora y embiste a la vez; cuando embiste no ora y cuando ora no embiste".

Su denuncia del "fetichismo igualitario" y chabacano me pareció entonces acertada: "La sed de instrucción es por sí una sed aristocrática". Sevillano y cosmopolita, Aquilino explicaba cómo hoy se tergiversa a Nietzsche para no irritar a los borregos del rebaño socialista ni a las ovejas del cristiano, y por eso se lo convierte en precursor del rebaño anarco-hedonista.

Es interesante su tesis sobre las bombas atómicas lanzadas por Usamérica. Según Aquilino no fueron lanzadas para obligar al Japón a rendirse, cosa que ya desde abril intentaba el Emperador nipón a través de su embajador en Moscú, sino para hacer de la victoria en el Pacífico una victoria exclusivamente americana, pues ya Stalin pensaba intervenir y reclamar a costa de Japón lo que había obtenido a costa de Alemania...

"Las bombas atómicas fueron, pues, dos advertencias a Rusia, dos recordatorios del poderío militar norteamericano en el enfrentamiento que fatalmente se avecinaba entre la patria del socialismo y la del capitalismo."

Aquilino Duque es un autor incómodo tanto por su inteligencia como por la contundencia hiperbólica de su prosa, tan andaluza. No se casa con nadie, es un lobo solitario que armoniza la ironía socrática con la guasa andaluza, llevándola a veces al sarcasmo. Adopta la distancia del erudito con una severidad moral inusual, por ejemplo cuando compara la decadencia de Roma con la de las democracias actuales, según las causas señaladas por Gibbon: el descrédito de la dignidad y santidad del hogar familiar y el aumento de divorcios; el aumento de los impuestos y su gasto en pan y circo (o subvenciones y espectáculo); la obsesión por el placer y el carácter brutal de los deportes; la acumulación demencial de armamento con el enemigo ya dentro; la descomposición de la religión...

Aquilino piensa por su cuenta y riesgo, ácido e inconformista.

Espigué luego algún poema suyo:

<< Realidades

No es posible que todo salga bien. / La vida es lucha y el pasado un cuento / contado por un tonto. / Uno acierta una vez de cada cien, / y no por ser más rápido o más lento / se sale antes o se llega pronto. // La gente es lo que es; no nos hagamos / con ella muchas ilusiones, / que para llamar jefes a los amos / se han inventado las revoluciones. // ¿La fe? Sí, por supuesto. / Y la esperanza. Y el amor. / Y andar por esos mundos con lo puesto, / y ser buen perdedor >>

Y hete aquí que desmantelando la biblioteca de mi cuñado Nicolás Trillo, que en paz descanse, he encontrado una novela del autor sevillano El mono azul (1974) que fue finalista del Premio Nadal y galardonada con el Premio nacional de Literatura. Umbral dijo de esta que es "resumen de la mejor prosa española", al menos de aquella, de la de su tiempo, está por ver que la de este siglo sea mejor.

El mono azul retrata la vida de un círculo de personas, de arriba y de abajo, jornaleros y señoritos, antes y durante la guerra civil española. Me ha dejado prendado la trajedia de Tobalo, un pastor que esculpe en sus ocios figurillas de animales con navaja y corcho, contento con su suerte y fiel a sus señores, al que su salvaje hermano integra en el frente rojo y que, por ver a su madre, deserta y se pasa a la zona "nacional" y al fin es fusilado sin contemplaciones, sin la piedad y el perdón que pidió Azaña al final de sus días...

El mono azul es un símbolo. Cuando estalla el conflicto incivil la ciudad (Sevilla) se llena de camisas de diversos colores y circular por ella es jugar a la ruleta, a la rusa, pues no se sabe el color que priva en cada barrio y te juegas la vida en ello, "afortunadamente había una prenda ambigua, genérica, el mono azul, válida para tirios y troyanos". Era pues el mono azul...

"uniforme común de vendedores y vencidos, prenda que igualaba y nivelaba al que iba a matar y al que iba a morir y al que no sabía su suerte y que en todo caso no quería ensuciarse sus mejores ropas. El mono azul era el hábito de una cofradía, de una hermandad, de una fraternidad de víctimas y victimarios. No importaba que se rompiera o se manchara; era a la vez mortaja y traje de faena, y el que lo llevaba sentía como si al despojarse con su ropa de paisano, de sus escrúpulos civiles, dejara de ser quien era para ser otro, un hombre nuevo, el de la nueva era o la España nueva...".

La guerra es para Aquilino el disparate por antonomasia. Ya Erasmo decía que es tan mala que la hacen mejor lo peores, como el oportunista y cruel hermano de Tobalo que le arrastra a la matanza, o el falangista estúpido que gallea y pistolea para olvidar sus impotencias y que no hace nada por el inocente Tobalo, al que colocan un mono azul para fusilarlo.

– "¡Quiera Dios que en España nadie tenga que ponerse más un mono azul!" –acaba diciendo el protagonista Ignacio. Ni para salvar la vida ni para perderla.

(Ilustración generada por Copilot, Bing IA)

CEREZAS RUBÍ DE GABRIEL MIRÓ

CEREZAS RUBÍ DE GABRIEL MIRÓ

"¡Adónde huye nuestra piedad!"

"¿Señor, es que duerme siempre en nuestras entrañas una hez abyecta de crueldades?"

Gabriel Miró. Las cerezas del cementerio, 1910.

 

La obra de Gabriel Miró (1879-1930) encuadrada en la generación novecentista, supera el viejo realismo decimonónico, lo trasciende a través de un lirismo descriptivo y narrativo originalísimo, muy personal.

Poco importa que el decadente mundo del caciquismo, universo rural de patricios y siervos, amos y criados, con la burla amable hacia el clero, aún sirva de marco a sus tramas novelescas, en las que importan sobre todo las relaciones personales, en cuya comunicación doméstica e íntima renace y se explora la hiperestesia romántica.

Miró no escribe novela de tesis social. Se ocupa de de sentimientos complejos y encontrados, de la belleza y de la fealdad, de la piedad y de la crueldad. Fue víctima el escritor alicantino de una injusta crítica de Ortega, quien también dificultó su acceso a la Academia, y cuya candidatura presentó Azorín. Valle-Inclán y Juan Ramón contradijeron al gran filósofo y defendieron la calidad de la obra de Miró, que hoy merece ser tenido por un clásico. Y no sólo por su novela El obispo leproso, que escandalizó al integrismo católico más reaccionario.

En el caso de Las cerezas del cementerio esta mística de amores, a la mujer eterna y a la naturaleza -madre o madrina o madrastra-  toma la figura del señorito levantino Félix Valdivia y de sus arrebatos con una mujer mayor malcasada, Beatriz, y una prima. En el misticismo naturalista (acaso de inspiración nietzscheana) de Miró se oyen también los ecos de Teresa de Jesús y Juan de la Cruz.

Gabriel Miró es un fino estilista, un orfebre de la lengua, sobre todo en las descripciones de luces, ambientes camperos y paisajes interiores, entendiendo por tales paisajes igualmente los estados de ánimo y las ánimas de sus personajes. Estudió la psicología de su época (cita a Binet).

Se entrega en esta obra, primera novela de su madurez literaria, a un afiligranado regodeo estético. Narrador omnisciente, Miró no se conforma con emplear un léxico rico, para cada cosa su nombre preciso, sea hierba o mueble, como gálbulos se llaman los frutos de los cipreses y plato macerina el que contiene una jícara para el chocolate en su centro..., sino que también rescata nombres castizos y hasta se permite emplear verbos procedentes del latín sin registro oficial como "bauvear", e. d., quejarse los perros.

La lechuza (glaux, en griego) ve en lo obscuro con ojos fosforescentes, es decir "glaucos". Emblema de la Sabiduría, pajarraco de Atenea son la lechuza o el mochuelo. Dijo don Miguel de Unamuno que Gabriel Miró tenía una mirada glauca, de mochuelo... Lo comprobó en una visita que hicieron juntos al monasterio de Poblet. Porque la mirada clara y serena del escritor levantino ilumina cuanto mira con luz difusa, interiorista.

"Ilumina con sus ojos el ámbito tenebroso en que se mueve".

El de las figuras que hiñe, que amasa como si fueran paisajes (Unamuno. Prólogo a Las cerezas del cementerio).

Nota bene

Sobre esta novela escribió También Juan Poz en su bitácora (blog): "Diario de un artista desencajado".

Sobre la desafortunada crítica de Ortega cfr. "De cómo Ortega malentendió a Miró", Guillermo Laín Corona; https://revistas.uned.es/index.php/EPOS/article/view/17383

 

 

LIBRE Y DESDICHADO

LIBRE Y DESDICHADO

¿Cómo podemos recordar que se nos ha olvidado algo?

Con esta extraña pregunta de difícil respuesta acaba la curiosa novela, y muy traducida a otros idiomas, de Félix de Azúa Historia de un idiota contada por él mismo (1986).

Boga su autor con independencia, como la que le ha hecho abandonar las columnas del periódico convertido en hoja parroquial de la secta política en el poder.

El protagonista se embarca en una trágica investigación sobre la felicidad, a la que buca en el amor, en la especulación filosófica, en la creación artística. La conclusión es negativa. Es el miedo a la insignificancia lo que nos mueve locamente a buscar la felicidad, el miedo a la muerte, pero de esta trágica experiencia de no hallarla se sigue una interesante moraleja: Hay que prestar atención a lo que se ENCUENTRA y no a lo que se BUSCA.

Novela de ideas, de humor, de formación y generacional, el ingenio de Azúa brilla y tiene algo que ver con el cabreo o con la angustia elegante del desengañado, del que no confía en panaceas eróticas ni en utopías políticas.

Algunos críticos, como Josan Hatero tienen está Historia de un idiota... por la mejor obra de Azúa. Es difícil que su despiadada comicidad te deje indiferente, y no obstante hay también en ella ciertos arrebatos poéticos. No por casualidad Félix de Azúa fue uno de los Novísimos de la famosa antología editada por J. M. Castellet, de lo cual se burla también el "Idiota", cuyos sarcasmos delatan la incomunicación del hombre contemporáneo, las paradojas del poder y la miseria de los famosos.

La investigación sobre el contenido de la felicidad a la que se entrega el Idiota acaba concluyendo con que a los humanes sólo nos interesa lo negativo:

"Mundos felices, sociedades felices, humanidad feliz, cultura de la felicidad; este es el contenido de la guerra, de la explotación, de la estafa, de la destrucción. Estás son las banderas de brillantes colores que preceden a las columnas de esclavos camino de su exterminio".

El protagonista abomina del contenido de la felicidad, ese cebo con el que nos engatusa el aspirante a tirano. Prefiere considerarse un hombre LIBRE Y DESDICHADO, eso sí, ¡con la capacidad de asombro intacta!

 

AMOR DE JUNGLA, LECTURAS DE AMORES

AMOR DE JUNGLA, LECTURAS DE AMORES

Cada página, una joya, como el jardín verde, verde cetrino para añil, del corazón de una esmeralda gorda. Hablo de la obra maestra del chileno Luis Sepúlveda Calfucura (1949-2020), hijo de Irma, enfermera de origen mapuche y de un restaurador comunista. Luis fue encarcelado y exiliado por el régimen de Pinochet. Profesó de cineasta, director teatral, periodista, escritor... Participó en la revolución sandinista y luego vivió catorce años en Hamburgo (Alemania). Activista ecologista y corresponsal de Greenpeace, vivió en Gijón las últimas décadas de su vida siendo declarado hijo adoptivo de la ciudad después de entregar su alma a Dios en el hospital de Oviedo, Asturias, por causa del Covid... ¡Una vida nómada y épica!

Refiero ahorita a su novela *Un viejo que leía novelas de amor*. De pocos relatos puede decirse algo como esto: que no le sobra ni falta palabra. Extraordinario perfume en frasco pequeño con olor a petricor, a fronda salvaje y a lama obscura o cieno pegajoso repleto de formas variadas de vida.

No encontrarás, lector prudente, mejor apología ni ensalzamiento de la Amazonía, de la selva ajena, ni exposición más radiante de la lujuria pertinaz y el rencor justificado de su naturaleza profanada. Aquí suena también el tambor de la natura humana traicionada, codiciosa, pecadora; aquí se denuncia y satiriza la torpe ambición que en lugar de convivir destruye y ensucia, la maldita soberbia que busca dominar en lugar de conocer, dominación sin respeto a lo que se violenta para poco y, muchas veces, para nada.

Antonio José Bolívar Proaño, el entrañable viejo que protagoniza está historia inolvidable, se adaptó a las leyes de la jungla inhóspita, varón versátil que se integró con los nativos, en el tremendo paisaje de una selva inhumana, o tal vez demasiado humana. Luis Sepúlveda conoció en Ecuador a los indios shuar. El viejo es un superviviente y un sabio, a su práctica manera. Conoce los misterios de las criaturas y la tierra que le envuelve, el sol que habita, y los del Cielo por las novelas que lee, los imaginarios mundos donde se ama y uno es amado.

Con razón se ha visto en esta breve e intensa novela un canto de amor a la literatura, la lectura y la conservación de la naturaleza. En 2001 el director australiano Rolf de Herr dirigió la adaptación cinematográfica de *Un viejo que leía novelas de amor*, obra maestra.

REFLEXIONES HISPANAS

REFLEXIONES HISPANAS
En uno de sus "emilios", el filósofo Antonio de Lara se ha mostrado como amigo generoso con mis ensayos editados bajo el título *Reflexiones hispanas* con el subtítulo "Sindéresis humanista", palabras estas que declaran su sesgo a favor de la libertad y la dignidad humanas.
Con el permiso de Antonio, público aquí su crítica, soslayando los comentarios personales que no refieren a mi obra:
"Querido José, felicitaciones por tu libro. Hace ya varias semanas lo terminé de leer, excepto el último artículo, que leí ayer. Y me dije a mí mismo: “no puedo dejar pasar más tiempo sin felicitarle”. El libro es una miscelánea de artículos muy interesantes, No es un libro para principiantes sino para iniciados. La edición es bastante buena, pero la maquetación horrible: artículos empezados tras otro a mitad de página, adentramientos y separaciones de párrafos inexplicables, equivocaciones de numeración de apartados, correcciones manuales, páginas no ajustadas al final, etc. ¿Quién ha sido el maquetador?"
Respondo:
El libro ha sido impreso por duendes moldavos, de ahí su letra, mona y chica. No obstante la imperfección de su maquetación, el volumen, de tapa dura y buen papel, apenas contiene erratas... Mejorar la maquetación implicaba un desembolso de dinero. Mi criterio al publicar es que si no gano con ello, tampoco grave la economía familiar.
Sigue Antonio:
"Afortunadamente, todas esas imperfecciones no afectan a la calidad del contenido... La lectura de uno o dos de tus artículos me servía de ayuda para no perder contacto con la filosofía antes de dormir, como si fueran pequeños sorbos de buen vino. De la calidad de la escritura no tengo nada que decir. Es magnífica, la marca de la casa.
"Empecemos por el principio. El título está muy bien escogido, porque permite entender el adjetivo tanto de forma subjetiva como objetiva: reflexiones de españoles y reflexiones sobre españoles. El subtítulo también es muy adecuado y enlaza muy bien con el artículo final “La diferencia humana”. A pesar de no haber diferencias esenciales, las diferencias con los animales superiores son muy grandes. Me gusta especialmente la reivindicación que haces de la filosofía española del Renacimiento y el Barroco, especialmente de León Hebreo.
"Hay artículos que son un ejemplo magistral de síntesis, como “Bien y justicia. Ética mínima”. Otro también extraordinariamente interesante es “Saberes sobre-naturales”... Hay otros en que pareces resumir un libro, como el referente a Gaos. En algunos artículos no he podido diferenciar lo que tomas de otros pensadores y tus propias reflexiones originales, Porque, si todo lo que dices es propio tuyo, entonces son artículos geniales. Me gustan tus análisis etimológicos, como la relación que haces entre símbolo y ’diábolo’ (hablo de memoria). Y un último detalle. En la página 65 se cuenta una anécdota a propósito de Sabuco, que ya aparece en “El collar de la paloma” de Ibn Hazm. Finalmente, me sorprende tu gran erudición, que es apabullante.
"Veo en todo lo que escribes algo que ya percibí en el texto que me mandaste sobre el optimismo en Leibniz. Hay en todo lo que escribes muchos hilos, que darían lugar a múltiples organizaciones sistemáticas. Hay escritores más intuitivos y otros más sistemáticos. Yo creo que tú eres de los primeros y tus intuiciones son geniales".
Corrijo:
Antonio es -como el poeta bohemio de Valle-Inclán- un hiperbólico andaluz y un buen amigo... Rebajo sus halagos: No me tengo por genio, pero sí por incorregible curioso, buen entendedor y adiestrado resumidor (curtido por más de treinta y cinco años de docencia filosófica entre adolescentes). En mis ensayos he perseguido la brevedad y la claridad en el trato con lo complejo. No descartando en ningún caso el buen humor ni la ironía.
Nota bene:
(El libro está disponible en papel en la Editorial Académica Española. Caro. No obstante, mandaré una copia digital (PDF) gratuita a quien me la solicite. Puede hacerlo a través de un comentario en este blog, o localizando mi nombre, en mensaje privado, a través de Facebook o X (Twitter) y aportando un e-buzón).
Antonio de Lara  se despidió en su carta con un abrazo virtual (y virtuoso) deseándome un buen verano. Yo le agradezco aquí sus gentiles comentarios.

ABEJAS DE CRISTAL

ABEJAS DE CRISTAL

 Gläserne Bienen es el título original de la novela de Ernst Jünger publicada en 1957 y traducida en *Abejas de cristal* por Ana María de la Fuente para la colección "La botella errante" de Plaza & Janés (1963). 

La portada de la primera edición que he devorado en un par de días es fea, pero el relato, tan curioso y original como inquietante. Un alegato contra la técnica que ha sustituido el caballo (o el centauro que formaba con su noble caballero), por el maldito tanque y otras máquinas de guerra; y el campo hermoso, por la megalópolis enloquecida de alarmas y sirenas; la casa venerada, por el bloque de grilleras impersonales.

El lector no sólo hallará en el cuento de Jünger un entretenimiento ameno, sino también agudezas sobre la curiosidad humana, la creatividad, el valor, el poder, la violencia, los mass media, su halago, y sobre la equivocidad de la verdad..., ideas que le darán que pensar. También un profunda intuición sobre el extraño vínculo de la tecnociencia con la magia.

Si tuviera que escoger una de las sentencias de Jünger como lema de fondo de su creación, sería esta: la perfección técnica no es lo mismo que la perfección humana. Al final, la sonrisa de Teresa, la pareja amable y fuera de escena del protagonista (luchador vencido), vale más que cualquier autómata, como ’un rayo de verdad’.

Un oficial de caballería retirado, sin duda alterego biográfico del bravo soldado Jünger, derrotista y sin blanca, busca trabajo en la factoría robótica de un magnate, señor de los prodigios y capaz de contratar por magníficos sueldos y liberales condiciones a los mejores ingenieros e inventores.

Sorprende lo mucho que tiene está novela nostálgica de profecía, de cómo palabras como "virtud" y "honor" han perdido su significado y de cómo la guerra contemporánea carece de gracia y de gloria para decaer en mera masacre.

RAPSODIAS DE VILLAESPESA

RAPSODIAS DE VILLAESPESA

Francisco Villaespesa (Laujar de Andarax 1877- Madrid 1936) publicó en 1905 sus Rapsodias, libro de poemas de una obra extensísima. Tal vez escogiera este título, de gusto romántico, por ver en ellos una misma canción ensamblada.

Poco antes había publicado Juan Ramón sus Arias tristes (1903), Manuel Machado su Alma (1902) y su hermano Antonio las Soledades (1903). En las páginas de Electra, revista de la que fue fundador Villaespesa, aparecían versos de los cuatro poetas. Se cruzaban dedicatorias entre ellos y participaban en las mismas tertulias. Todos habían leído a los simbolistas y admiraban a Verlaine. Compartían una misma topica generacional: jardines, fuentes, otoños, crepúsculos, soledad, tristeza... Buscan el "paisaje del alma" y la naturalidad expresiva. Recuperan formas métricas tradicionales con preferencia por el arte menor. Una melancolía invasiva no exenta de complaciente sensualidad recorre los versos de sus libros.

Villaespesa se había hecho con un lugar preferente en el Parnaso con La copa del rey de Thule, síntesis, exceso o manifiesto modernista. De Rubén Darío fue discípulo fiel, temprano portavoz y paladín de su modernismo. Pero en 1903 la muerte de su primera esposa Elisa González y el dolor profundo que le causa se convierte en tema central de su inspiración. Ella parece llamarle desde el otro lado como un "rumor de seda que huye".

Al profesor José Heras Sánchez debemos una reedición de las Rapsodias de Villaespesa en la Biblioteca de Autores Almerienses. A su presentación acompaña y sigue una erudita introducción del filólogo Luis F. Díaz Larios.

Villaespesa fue una importante e histórica figura de nuestras letras, injustamente olvidada o ensombrecida por el paso del tiempo. Se dedicó al periodismo y sus obras teatrales alcanzaron también notable éxito, sobre todo El alcázar de las perlas (1911). Triunfó como conferenciante en Hispanoamérica durante una década. Escribió novelas. Al mismo José Heras debemos una edición reciente de cinco de sus novelas cortas (Universidad de Almería, 2006). Algunas son de tema orientalista.

Añado uno de los poemas de Rapsodias (1905), un soneto de versos alejandrinos fechado en Laujar y septiembre de 1903 (en junio había fallecido Elisa), muestra suficiente de la perfección de su arte:

 

ÍNTIMA

Sobre el balcón abierto, sobre la noche en calma,

penetra tembloroso un rayo de luna,

envolviendo la estancia melancólica en una

claridad que parece la claridad de un alma.

El silencio se escucha. En la brisa dormida

vuela una tenue esencia, un perfume bendito

que recuerda aquel vago perfume favorito

de alguien que en nuestros brazos abandonó la vida.

Se oye el más leve ruido, el más tenue... La hoja

de un libro que se vuelve, la flor que se deshoja...

Es hora en que el poeta sobre el papel se inclina

a la luz de la lámpara y, sollozando, escribe

la canción más doliente a la sombra divina

de aquella que ya solo en sus recuerdos vive.

 

(La ilustración que adorna esta entrada pertenece a la edición citada de José Heras (UNE, 2022) y es del pintor, ceramista y escritor Pedro Soler Valero, acompaña al poema "Samaritana" (XXII) dedicado por Villaespesa a Eugenio de Castro.)